César Vidal

Veneno imperialista

La Razón
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En 1860, Gran Bretaña consiguió imponer a China la entrada libre de opio en su territorio. China había intentado resistirse, pero, tras dos derrotas bélicas, se vio obligada a aceptar un veneno en forma de droga que sólo beneficiaba a poderes exteriores. He recordado este trágico episodio al conocer que el tratado de comercio que negocian actualmente la Unión Europea y el Mercosur incluye la obligación para las naciones hispanoamericanas de incluir la ideología de género en sus legislaciones internas. Semejante imposición implicaría, por ejemplo, convertir la educación en estas naciones en mero canal de adoctrinamiento y perseguir a los que no se someten ante los dictados de la nueva Inquisición. Cuando Venezuela pasa por una suspensión de pagos; cuando Bolivia está en proceso de adhesión al tratado de Asunción y cuando la UE se las ve y se las desea para metabolizar el Brexit, Mercosur tiene que arrodillarse ante una exigencia sin relación con la economía y el comercio y que constituye una injerencia intolerable en la soberanía nacional. La ideología de género es un veneno totalitario que se está imponiendo desde hace tiempo de la manera más canallesca y aprovechando cualquier situación. Conscientes sus promotores de su carácter impopular, su imposición se realiza a través de los más sucios comportamientos imperialistas. En unas ocasiones, he tenido ocasión de ver cómo se subordina la ayuda internacional a que la nación acepte incorporar la ideología de género a su legislación. En otras, se oculta en acuerdos como el suscrito por el presidente Santos con las FARC para que la nación ignore la verdad. Tampoco faltan, como en el caso de Mercosur, las ocasiones en que se utiliza un tratado internacional relacionado con el libre comercio para imponer la ideología de género a naciones cuyas poblaciones jamás aprobarían semejante paso. Que se aproveche la miseria, la dificultad económica y la precariedad de poblaciones inocentes para imponerles una ponzoña que corroerá la base de sus sociedades es un crimen no menor que la entrada obligada del opio en China. A fin de cuentas, en el territorio del Celeste imperio, los chinos contaban con una posibilidad de no consumir la droga importada por la fuerza. En las naciones del Mercosur, si este plan se consuma, nadie podrá escapar de la asfixiante dictadura de la ideología de género. No sorprende la aversión con que es contemplada por la escarmentada China...