Real Madrid
Ventoleras
El Madrid de Zidane tiene más munición que los enemigos del Álamo, por eso el estilo es secundario. Sin Cristiano, el estandarte, ni Bale, el heredero, despachó al Espanyol en Cornellá como si no hubiera otra salida que la victoria. El equipo funciona, reacciona incluso con la soga al cuello. El método es sencillo: gol, repliegue, contragolpe y así sucesivamente. Bien parapetado atrás, aprovecha el menor resquicio para llegar al otro área, bombardear y alzarse con el triunfo. No es casual en el Madrid ganar el partido en los últimos segundos. Cuestión genética. Si detecta debilidad, se desmelena y entonces puede suceder lo que le ocurrió al Sporting portugués. ¿Suerte? Historia.
El fútbol del Madrid no despierta pasiones, llama menos la atención que el del Atlético en las dos últimas confrontaciones ligueras con el Celta y el Sporting asturiano. El desarrollo y el desenlace de ambos encuentros son un aviso al navegante azulgrana: el fortín de Simeone no es un grupo estático y ultradefensivo, como tantas veces ha demostrado; ahora también avanza y asedia. Los últimos minutos frente al Celta, con 0-4 a favor, hasta siete jugadores atléticos hostigaban al portero local.
El Atlético es capaz de jugar alegre, sin perder la posición, y Neymar no puede evitar seguir llamando la atención en el recreo. Esas ventoleras suyas, esos malabarismos con la goleada instalada en el marcador y los zagueros contrarios implorando el final del partido, sobran. Hay que proteger al virtuoso de la coz en el paladar y al goleado del cachondeo gratuito. El recochineo en el fútbol está tan mal visto como el piscinazo. Así que menos burbujas y más compañerismo, que las resacas en el hospital son terribles.
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