Operación Lezo

Verano en la sombra

La Razón
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Los discos duros, requisados. Toda la información absorbida con un pincho, los correos hábiles y los borrados. La papelera es el primer rastro. En el domicilio, continúa la inspección ocular por detrás de los cuadros, en busca de la caja fuerte, si la hubiere. Sin acritud. Sólo es el trabajo de los investigadores. El dinero en metálico y las joyas, otro objetivo. No hay de lo uno y lo otro, escasos recuerdos. Llama la atención cualquier papel archivado en una carpeta, aunque sean los recibos de la luz. Teléfonos intervenidos, conversaciones grabadas. Interrogatorios exahustivos. Localizar al «chota», ese testigo dispuesto a colaborar a cambio de una reducción e incluso la conmutación de pena. Es el que guía a los de la UCO por las dependencias federativas. Señala los despachos que hay que sellar, los que guardan la chicha y los secretos en los cajones.

El trabajo está hecho. Las fiscales han revisado los informes de la Guardia Civil y han encontrado tantas pruebas acusatorias que piden prisión incondicional para los detenidos. Ángel María Villar va a pasar, como poco, el verano a la sombra porque coincide, qué fatalidad, que el juez se va de vacaciones, como casi todo quisque.

Villar ha muerto como dirigente. Le van a «dimitir». No pocos presidentes territoriales deberían ser «dimitidos».