Mariano Rajoy
Verbenas y funerales
Para las verbenas, valen todos; para los funerales, sólo los buenos. Qué cierto es el viejo aforismo español, como acaba de dejar patente una puñetera nevada. Han bastado unos copos en buena cantidad, justo a la hora en que retornaban a Madrid algunos de los que se habían ido de vacaciones de Navidad, para que ministros, subsecretarios, directores generales y todos esos que habitualmente se pegan codazos para salir en primera plana, hayan empezado a ponerse de perfil, a señalarse unos a otros y a entonar un lastimero «yo no he sido». El pasado fin de semana no será recordado por miles de familias españolas por los regalos que repartieron los Reyes Magos, sino por las horas que pasaron bloqueadas en la autopista AP-6. No se trata de dramatizar, porque al final todo el mundo llegó intacto a casa, pero la experiencia de estar en una noche oscura como boca de lobo, atrapado en pleno páramo, con los niños empeñados en hacer pis cada cuarto de hora, viendo que la ventista arrecia, sin atreverte a subir la calefacción por temor a quedarte sin carburante, oyendo declaraciones gilipollas por la radio y sin saber a qué hora acudirán en tu ayuda, no es de recibo. Ya sabemos que cuando comenzó a enredarse la cosa, Juan Ignacio Zoido estaba en el palco del Estadio Sánchez-Pizjuán viendo el Sevilla-Betis, pero ¿dónde andaba Íñigo de la Serna, responsable de Fomento? De Gregorio Serrano, director de la DGT, no digo nada, aunque doy por supuesto que también estaba siguiendo el partido. No está la opinión pública para aguantar excusas, sino para recibir disculpas y explicaciones de lo que ha sido una catastrófica gestión de una crisis realmente menor y perfectamente evitable. Basta que echen un vistazo a lo que dijeron y exigieron ellos mismos, encabezados por Mariano Rajoy en 2009, cuando a Zapatero y la inefable Magdalena Álvarez les ocurrió algo parecido, para que sepan a qué atenerse. No todo es evitable, ni todo depende de la autoridad competente, pero intentar transformar una recia nevada en una especie de ciclón siberiano, es una tomadura de pelo. La AEMET había avisado, era notorio que el temporal coincidiría con el inicio de la Operación Retorno y no ocurrió en uno de esos tortuosos puertos de carretera secundaria, sino al lado de Madrid y en la autopista mejor de España. Que la concesionaria la pifió, salta a la vista, pero culparla de todo, como intentan hacer ahora desde el Gobierno Rajoy, es un insulto a nuestra inteligencia.
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