Irene Villa

Vergonzantes «ninots»

Me encanta el refranero español siempre digo, por ejemplo, que «no hay mejor desprecio que no hacer aprecio». Por eso, son muchos los meses en los que he preferido no hablar del entorno etarra que sigue alentando el odio hacia España, la maquiavélica hoja de ruta trazada, y que se enorgullece de victorias como la más que cuestionable liberación del preso Bolinaga, condenado por asesinatos y torturas. Pero esta semana ha dado la casualidad de que justo el día que se publican las injurias, en forma de ninots para ser quemados en fiestas como las mundialmente conocidas Fallas de Valencia, contra nuestras Fuerzas de Seguridad, he tenido la suerte de conocer en San Fernando (donde tuve el honor de ser nombrada madrina de un gran equipo de baloncesto en silla de ruedas), a una viuda por el terrorismo etarra. Una andaluza anónima, que no ha tenido el apoyo social (que es el más importante) que tuvimos otros, y que tuvo que sacar adelante a cuatro niños pequeños sola. Nunca pudo despedirse de su marido, militar que por fin ponía fin a su destino en el País Vasco, porque fue asesinado justo el día anterior a su regreso, con la maleta llena de regalos para sus hijos. Por muchos años que pasen, la memoria, la dignidad y la justicia deben ser estandartes de todos los poderes. Hay que erradicar la violencia, pero también los actos que la ensalzan y los que ridiculizan, además, a quienes han dado sus vidas por dedicarse, precisamente, a defendernos del terrorismo y del crimen en general.