César Vidal

Villa del prado

En estos tiempos de crisis, no son pocas las voces que insisten en que el estado del Bienestar es imposible. Tal y como se ha vivido en España durante décadas, la afirmación se corresponde con la realidad, pero semejante circunstancia no significa que no existan posibilidades de conservarlo. Unos días antes de la Navidad, estuve presentando mi libro de memorias «No vine para quedarme» en Villa del prado, un pueblo madrileño de siete mil habitantes, mil de ellos inmigrantes. Como tantos lugares, sufre la crisis y el desempleo, pero el Ayuntamiento ha conseguido no estar endeudado hasta las cejas y seguir proporcionando servicios a sus habitantes. Villa del prado cuenta con una biblioteca –que, por cierto, ostenta el nombre de nuestro queridísimo Alfonso Ussía– con una casa de cultura más que notable, con una asistencia médica adecuada y con un centro educativo que permite pasar directamente a la universidad. Además proporciona cursos diversos a precios módicos, desarrolla actividades culturales muy económicas e intenta ayudar a los parados mediante programas especiales que aumentan su prestación a cambio de servicios a la comunidad y de formación. Entiéndaseme bien. Villa del prado no es el Edén, pero sí que da la impresión de haber aprovechado correctamente los recursos públicos manteniendo lo esencial y lo que no lo es tanto sin por ello sumir a los vecinos en el endeudamiento. Es verdad que el Ayuntamiento no ha derrochado el dinero en potenciar una lengua autóctona, ni tampoco se ha dedicado a dar un sueldo público a los filoterroristas, ni cuenta con docenas de asesores cuya función final nadie conoce con exactitud, ni en su día se trajo a Michael Jackson para presumir. Ha intentado servir al municipio y lo ha hecho notablemente bien incluso a pesar de problemas como los que derivan de una proporción muy elevada de inmigrantes, del envejecimiento de la población o de la crisis. El sistema es, pues, posible e incluso deseable, pero no puede estirarse como si fuera un chicle. Si los recortes van en la buena dirección, la comunidad se beneficiará en bloque y podrá salir adelante; si sólo afectan, como hasta ahora, a los más creativos y a los más desfavorecidos manteniendo incólumes las prebendas de los privilegiados y la chulería de los nacionalistas, entrará en una crisis quizá irreversible. Bueno es tenerlo presente para este 2014 que comienza.