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Vino, estatuas e idiotas

La Razón
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Media vida celebrando el 2 de Mayo y rememorando la Batalla de Bailén, para al final morirte de envidia ante los franceses. Lo podemos vestir como queramos, subrayar que Nadal les ha dado para el pelo nueve veces en Roland Garros, que Pau Gasol y sus «cuates» los apearon del último Eurobasket y que hasta el Real Madrid, en horas bajas, le mete mano al PSG, pero no se puede tapar la verdad con un dedo: Francia nos dan ciento y raya.

Lo acaban de demostrar y desde el Palacio del Eliseo, sede de la Presidencia de la República, y hogar temporal de François Hollande.

Aprovechando que Obama ha levantado las sanciones que desde 1979 pesaban sobre Irán, en respuesta a las actividades nucleares ilícitas, el apoyo al terrorismo y el abuso de los derechos humanos por parte del régimen de los ayatolás, el enturbantado Rohani anda de gira por el mundo, cerrando acuerdos y cambalaches multimillonarios.

Recaló primero con su multitudinario séquito –seis ministros y un centenar de empresarios rodeados de un imponente despliegue de seguridad– en Roma, donde las autoridades italianas se desvivieron por agradarle. Hasta suprimieron el vino en la cena oficial, garantizaron que todas las viandas habían sido sometidas al rito halal e hicieron que los comensales las engulleran a golpe de zumo, agua o Coca-Cola.

Todo por la sharia islámica y los 17.000 millones de euros que firmaron en contratos al día siguiente. Cubrieron preventivamente con cajas las bellas estatuas romanas, no fuera a ser que el iraní y su corte se llevaran un calentón viendo esas venus en cueros, efebos en pelotas y dioses griegos desnudos que cincelaron Bernini o Miguel Ángel. De Italia, saltó Rohani a Francia y apenas tomó tierra, discretamente como exigen los usos diplomáticos, su comitiva comunicó a las autoridades galas que daban por supuesto que también París se adaptaría a sus piadosos deseos, como había pasado en Roma y sucedido en Madrid en 2002, cuando visitó España su predecesor Jatami. Estaba programa esa noche una cena de Estado en el Elíseo y la respuesta de Hollande fue fulminante. Con la tesis de que Francia no hace «concesiones culturales» y que no hay presidente francés que se precie que goce con un buen Burdeos, canceló el ágape y recomendó a los iraníes que cenasen en su hotel. ¿A que comparten mi envidia?