Paloma Pedrero
Violencia de pareja
Se está hablando mucho estos días de la leve bajada en el número de mujeres asesinadas por sus parejas el pasado año. Hay extrañeza, dada la crisis, que se piensa, acarrea mayor estrés y violencia en los hogares. Hay una nueva realidad que puede estar influyendo en esta mengua de muertes: muchas mujeres están sacando adelante a sus familias, incluyendo al marido parado, trabajando también fuera de casa en faenas precarias pero imprescindibles, limpieza de las cosas y cuidado de las personas, entre otras. Cuando una mujer trabaja fuera y trae su paga, es más respetada por el varón. Cuando él, además, no es capaz de proveer para la familia, sus ínfulas de dominación disminuyen. Ella está ahí y encima abastece el hogar. Cuidadito. Estos pensamientos no son conscientes, desde luego, pero funcionan. Porque parte de la violencia de muchos maltratadores viene de un sentimiento de superioridad. El es el macho alfa, el poderoso, el que caza y domina, aunque sólo sea en casa. Ella es la hembra reproductora y sumisa que ha de contentarle. Y cuando ella se rebela y no le complace lo suficiente, él, renegado, la pone en su lugar con la única supremacía que posee: la fuerza física. Este tipo de hombre tampoco mata hasta que la mujer decide abandonarlo. La crisis ha hecho que las separaciones sean menos, tristemente sólo por motivos económicos. ¿Qué podemos hacer entonces contra el horror de esta violencia? Cambios personales, culturales y sociales profundísimos. No se trata de encarcelar o castrar a nadie, el simple castigo no transforma. Hay que educar para vivir la relación de pareja de manera nueva y diferente. Ya no hay marcha atrás. Hablaré de ello.
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