Reyes Monforte

Visto y no visto

Cuando todavía no se ha apagado el conato de incendio suscitado por un cartel publicitario de Loterías del Estado con la imagen de una mujer sujetando una maleta bajo el eslogan «1 de cada 3 quiere tocarte. Déjate», desde Melilla nos llega otro cartel, algo más explícito, expuesto en una caseta del PSOE, donde aparece una conocida actriz porno con la sugerente invitación de «consigue una foto con ella». Supongo que, a pesar del contenido más o menos afortunado –más bien nefasto– del cartel, lo que más ha indignado es que ambas publicidades fueran institucionales y vinieran, la primera, de una administración pública, al ser Loterías una sociedad pública estatal adscrita al Ministerio de Hacienda y Administraciones Públicas y la segunda de un partido político. Independientemente de la procedencia institucional de la campaña en sí, dicen los expertos que la publicidad sexista está ahí aunque muchas veces no seamos conscientes por lo subliminal que suele presentársenos. Creo que, siempre que tenga una base sólida, es buena la denuncia. Pero también son muchos los que creen que a veces puede dar la impresión de que estas denuncias rozan el fanatismo de la asociación de mujeres o la organización feminista de turno que acusan. Hace unos días se tachó de sexista un anuncio de unos tampones donde una conocida actriz le explica a su acompañante cómo se usa el artilugio en cuestión para terminar diciéndole: «Y así, tú no notas nada». Todavía hay muchos que intentan ver donde está el sexismo. No niego que lo haya, pero puede que se requiera excavar demasiado y resulte peor el remedio que la enfermedad. Quizá habría que mirar hacia ambos lados. Recuerdo aquel anuncio en el que una esposa llamaba al servicio técnico para que le cambiasen al marido porque no sabía poner la lavadora, por no hablar del famoso mayordomo de «el algodón no engaña» o del joven de KH7 que hasta que no limpia la cocina no besa a la chica. Sería bueno no perder la perspectiva a ambos lados y, ya puestos, cesar en el empeño de demostrar cada día que no hay una cabeza buena.