Ángela Vallvey
Y, sin embargo, el amor
Decía Ramón Pérez de Ayala que el matrimonio era el mayor disparate que existe y que, por eso mismo, él se había casado. Aunque, si algo nos enseña la experiencia, es a no confundir amor con matrimonio. Hubo un tiempo ingenuo en el que casarse por amor constituía incluso una actitud rebelde, subversiva: lo normal era hacerlo por conveniencia o interés, no por amor. Proust creía que amamos a seres que nosotros mismos creamos, idealizándolos, y no a las personas reales en las que ansiamos materializar nuestro amor; al igual que muchos otros pensadores, que dan más relevancia a la creación espiritual que generamos alrededor de la idea del amor que al objeto del mismo.
Para Shaw, la mujer espera al hombre como la araña espera a la mosca. Y, para mí, el hombre espera a la mujer como la cadena espera al fantasma del castillo.
El amor es una emoción que no precisa del cuerpo a cuerpo, puede ser un paradigma. De hecho, así resulta muchas veces.
Oscar Wilde explicaba que una mujer no siempre es feliz con el hombre que ama, pero siempre es desdichada con el que no ama, y aseguraba que sólo el amor puede ayudar a vivir. Estoy de acuerdo. Encontrar un hermoso amor es lo único que puede convertir la vida de la gente corriente en una aventura extraordinaria. Poder amar y ser amados es la gran recompensa al alcance de cualquiera que luche por obtenerla. No todos logramos pisar la Luna, descubrir un continente o la penicilina..., pero todos sí hemos sido dotados por la naturaleza para poder amar. Hay quien desperdicia ese don, tirándolo como un resto biológico a la basura de la existencia. Y luego están los que apuestan por amar: los sabios, los valientes, los afortunados..., la ONCE y El Corte Inglés.
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