Martín Prieto
Yes, we can
En calidad de médico consorte asistí no ha mucho en Barcelona a un interesante Congreso Internacional de Oncología con profusa asistencia de distinguidos doctores estadounidenses. Afortunadamente el responsable de que la Babel se entendiera era andaluz, Jefe de Servicio en el Hospital Valle de Hebrón. Todos los congresistas de aquella tenida sobre cáncer infantil asumían que su lingua franca era el inglés, pero la delegación catalana, que presentaba una ponencia sugestiva, pidió exponerla en catalán ya que estaba en su tierra idiomática y un médico de Baltimore, creyendo que le estaban hablando en arameo, la importantísima lengua de Cristo, hizo ademán de levantarse. Finalmente todos acordaron lo sabido: que todas las reuniones y comunicaciones científicas internacionales se hacen en inglés, sustituto del latín transfronterizo. Irene Rigau, Consejera de Educación de la Generalitat, es maestra de catalán, y, ya se sabe que cada vieja alaba su madeja, e intratable considera su idioma materno como lengua franca para pedir un taxi en París o Bangkok, ignorando que en Nueva York más te vale hablar en español que en catalán. No se trata de calificar los idiomas entre útiles y laterales porque todos están entrañados en el pensamiento (y los sentimientos ) sino de atender a la demografía de las palabras. Más aguda que la señora Rigau fue la esposa de Jordi Pujol, Marta Ferrusola, cuando dijo aquello de que el problema lingüístico catalán no sería con el español sino con el árabe, que ya en el canal Córdoba se enseña a los niños españoles por televisión, incluyendo introducciones al Corán.
«Yes, we can»; sí, se puede, según el lema incumplido del primer Obama. El catalán y el español llevan más de quinientos años conviviendo excepto cuando la burguesía franquista catalana españolizaba a los críos para que no parecieran paletos. La «Curiosity» habla en inglés desde Marte y no hay astrofísico que pida traducción simultánea. La Rigau, puede; incluso tranquilizarse.
✕
Accede a tu cuenta para comentar