Paloma Pedrero
Yo no juego
No sé porqué no me gustan los juegos de azar. No me seducen. Y eso que en mi familia eran capaces de irse a la Conchinchina a por un número. También les gustaba jugar a las cartas, al bingo, al póker. Recuerdo haber oído broncas de pequeña mientras dormía, disputas que me ponían el alma en vilo. Cuando crecí intentaron meterme en alguna de sus partiditas, pero viendo ellos mi desapego al juego dejaron de invitarme. Se lo agradecí. Existe la suerte, pero para mí la fortuna más grande es la voluntad de perseguir sueños, quitando trabas a lo que se ponga por delante. Soy de las que piensa que no existe un destino impenetrable, que uno puede tomar las riendas de su vida y elegir caminos. Los dioses se despistan y hay que aprovechar esos momentos. No, este año no he jugado a la lotería, ni una participación ha llegado a mí. Ya saben, el que no da no recibe. Otros años más necesitados he comprado un solo décimo, uno acabado en 6. En 6 porque con el 66 me tocó el premio gordo de mi vida, el premio Tirso de Molina de Teatro, gracias al cual pude dejar un trabajo que no me gustaba y dedicarme plenamente al teatro. «Hay veces en las que se aparece Dios» decía Blanche Dubois en «Un tranvía llamado deseo». Eso es lo que yo pensé cuando me dieron la noticia del premio. Espero que este año la lotería haya llegado a muchas manos así: vacías, desalentadas. Y que sea como cuando se aparece Dios.
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