A pesar del...
Comer y querer en Buenos Aires
En un momento dado le dicen al protagonista: «estás casado con la ciudad». Y ese es otro afecto que destila la serie: el amor a Buenos Aires, bien pintada y sin edulcorar –una ciudad «invivible pero insustituible», como le cantó Sabina a Madrid
Gracias a la recomendación de mi ahijada, Guadalupe Álvarez Giesso, he visto Nada, una deliciosa miniserie argentina en Disney+. Mariano Cohn y Gastón Duprat, autores de la exitosa El encargado, vuelven a mirar a Buenos Aires, esta vez a través de un crítico gastronómico porteño, que encarna Luis Brandoni, en decadencia profesional, incapaz de escribir el libro que le reclama su editor, pero muy capaz de cobrar sumas por anticipado y de vender su colección de obras de arte para mantener como un dandi su nivel de vida. Lo veremos derrumbarse y recuperarse.
He visto comentarios descalificadores en la Argentina, que censuran lo manido de la trama, desde la redención del viejo cascarrabias en contacto con una joven asistenta (la excelente actriz paraguaya, Majo Cabrera) hasta la explicación de las palabrotas argentinas. Sospecho que los árboles han impedido a estos censores ver el bosque, donde se entrelazan esos tópicos del afecto, que, por cierto, son entrañables, con una visión abierta e inteligente de la amistad y la vejez, y de lo que es comer en Buenos Aires.
Desfilan grandes capítulos de la comida argentina, desde el panqueque de dulce de leche hasta la milanesa, desde el bife de lomo «a caballo» (con dos huevos fritos encima) hasta el choripán, desde el asado hasta el «pancho» (perrito caliente), sin olvidar el vino, el café, el mate y las «facturas» (bollería).
En un momento dado le dicen al protagonista: «estás casado con la ciudad». Y ese es otro afecto que destila la serie: el amor a Buenos Aires, bien pintada y sin edulcorar –una ciudad «invivible pero insustituible», como le cantó Sabina a Madrid.
Por fin, la guinda. El narrador, y co-protagonista de su último episodio, es Robert de Niro. Sí, ha leído usted bien. La gran estrella neoyorquina, con dos Óscar en su haber, hace aquí su primer papel para la televisión. Muchos críticos no terminan de entender cómo pudo aceptar pasarse diez días rodando en Buenos Aires. Pues la serie lo explica: le gusta la ciudad porteña, le gusta comer y es amigo de Luis Brandoni.
Y ahora, confiese que le gustaría mucho a usted ver a Robert de Niro paseando por Buenos Aires, saboreando unas empanadas, y explicándole qué diferencia hay entre boludo y pelotudo, y qué quiere decir exactamente «la concha de la lora».
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