
Insensateces
Compasión
Su ternura era magnífica, muy emocionante. Rebajaba las multas hasta montantes ridículos dejando siempre su impronta: un pequeño consejo final delicado y humano
Se ha muerto el juez Frank Caprio, un magistrado norteamericano. Había ejercido como juez principal de la Corte Municipal de Providencia y Rhode Island, y Presidente de la Junta de Gobernadores de Rhode Island para la Educación Superior. Era un señor bajito, católico, y amable, cuyos procedimientos judiciales se televisaron durante más de veinte años en una cadena local para pasar después a una emisión nacional. Hizo un montón de cosas buenas por su comunidad, invirtió en que se premiase a aquellos que eran buenos vecinos, buenos estudiantes, o para aquellos que habían conseguido recuperar sus vidas para el bien. En esas vistas televisadas se le veía dictaminar con cariño, con mesura, entendiendo las razones mediante la conversación. Su ternura era magnífica, muy emocionante. Rebajaba las multas hasta montantes ridículos dejando siempre su impronta: un pequeño consejo final delicado y humano.
Vds me dirán que ese tipo de jueces no son reales, ni son los que se necesitan, ni tratan asuntos graves. Vds me dirán que son actores que muestran una realidad maquillada y que esa compasión nos acostumbra a un mundo naif que no existe. Hay personas a las que no les parece necesaria la humanidad. Hay gente que prefiere este navajeo continuo y diario en el que nos manejamos. Que se asoma por la mañana a la vida con ganas de acabar encabronado y que prefiere desayunarse tres jueces en un pan integral antes de admirar a la parte del mundo que es amable.
Estos días es noticia que el CGPJ le ha abierto diligencias a la jueza de la dana de Valencia después de las quejas de la ex Consellera de Justicia e Interior del Gobierno de Mazón, a las que se sumaron las de otro investigado. No me corresponde entrar en valoraciones judiciales. Evidentemente, el asunto está en manos de las personas pertinentes y habrá que asumir su decisión, pero me resulta especialmente llamativa la machacona obsesión de algunos que, sin disimulo, disfrutan de la situación de la magistrada. Quizá fuera mejor recordar, con esa misma machacona obsesión, la que padecen las víctimas de la dana que, a estas alturas, son ya una sombra borrosa de la que no nos acordamos. Para que luego crean que no hace falta la compasión.
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