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La conferencia de presidentes o la utilidad de lo inútil

La Conferencia de Presidentes, celebrara ayer en Barcelona, es uno de los mejores ejemplos de la «utilidad de lo inútil»

Víctor Hugo (1802-1885), en «Los miserables», proclama «¡Oh, utilidad increíble de lo inútil». Nuccio Ordine (1958-2023), especialista en arte y literatura del Renacimiento y, sobre todo, en Giordano Bruno (1548-1600), considerado como el ensayista italiano más conocido en el mundo, colocó la frase del novelista francés al inicio de su «best-seller» «La utilidad de lo inútil». Lo subtituló «Manifiesto» y, además de breve, luminoso y de cierta exigencia lectora, es una defensa ferviente del conocimiento humanístico y de las actividades culturales consideradas inútiles por algunos porque no producen beneficios económicos. El autor, que también desarrolla varias tesis discutibles, no contempla, sin embargo, todos «los beneficios» y ventajas de lo inútil. También es obvio que hay episodios actuales, en todo el mundo, difíciles de imaginar, protagonizados por bastantes ignaros que desprecian esos saberes humanísticos y muchos otros.

La Conferencia de Presidentes, celebrara ayer en Barcelona, es uno de los mejores ejemplos de la «utilidad de lo inútil». Ya existía cuando Ordine publicó su «Manifiesto» en 2013, pero nada indica que se inspirara en ella, aunque encaja a la perfección en «la utilidad de aquello cuyo valor esencial es del todo ajeno a cualquier finalidad utilitarista». La utilidad de la Conferencia de Presidentes, y ayer se ratificó, consiste en la constatación de que es «inútil», al menos para sus teóricos objetivos. No es poco, pero a pesar de eso es tan innecesaria como prescindible. Convocada en esta ocasión a mayor gloria de un Pedro Sánchez escarnecido por el espectáculo de las cloacas socialistas, se convirtió ayer en un espectáculo esperpéntico, con sobreactuaciones estelares, entre ellas la de la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso que volvió a aguarle la fiesta al inquilino de la Moncloa. El líder del PSOE quería explotar el éxito de que, según él, la situación catalana se ha normalizado y que ahí estaban todos los presidentes autonómicos, algo muy poco frecuente. Más allá, la Conferencia de Presidentes se redujo, como siempre, a una serie de monólogos sucesivos en los que los representantes de cada Comunidad exponían la letanía de sus quejas –en este caso mayores las de los populares que las de los socialistas porque gobierna el PSOE–, muchas económicas, y otras peticiones, pero que quedarán ahí. Todo, en definitiva, un espectáculo llamativo y grotesco, pero tan inútil que demuestra y confirma su utilidad. Es, en este caso política, «la utilidad increíble de lo inútil», como ya lo escribió Víctor Hugo.