El trípode

El Congreso de Babel

Es inaceptable e inasumible que Sánchez esté dispuesto a «vender el alma de España al diablo» para seguir en La Moncloa.

La evolución de los acontecimientos que estamos viviendo en España tras las pasadas elecciones en orden a la investidura de un presidente del Gobierno, nos aboca a una situación de tan especial gravedad que exige una seria reflexión. Lo sucedido esta semana en el Congreso es algo inadmisible e inimaginable en un país como España, imponiendo por exigencia de Puigdemont el espectáculo de los pinganillos, teniendo una lengua común para comunicarnos, que es la lengua española, oficial del Estado. Los separatistas utilizan sus lenguas autóctonas como instrumento prioritario para justificar el carácter «nacional de sus respectivos territorios y el derecho a decidir sobre su autodeterminación». Ocurre así con el catalán, aunque también con el euskera en menor medida.

Parece que hemos perdido completamente la cabeza si contemplamos con naturalidad ese esperpento de ver a los representantes de todo el pueblo español comunicarse entre sí por medio de intérpretes en la sede de la soberanía nacional, cuando además esa condición que ostentan todas sus señorías es independiente de cuál haya sido la circunscripción por la que fueron elegidos.

He tenido el honor de formar parte del Congreso de los Diputados ininterrumpidamente durante treinta años y nueve legislaturas, además de otra previa en el Senado y dos en el Parlament catalán. Por ello no puedo callar ante el daño que se está provocando a la identidad nacional e histórica de la patria de millones de españoles por parte de quienes tienen por objetivo romper su unidad, que es el fundamento de nuestra Constitución.

Es inaceptable e inasumible que Sánchez esté dispuesto a «vender el alma de España al diablo» para seguir en La Moncloa. Y no es para tomárselo a broma. Ninguno de los 27 estados de la UE permite en su ordenamiento jurídico lo que tiene carta de naturaleza en España: que sean legales partidos cuyo objetivo esencial es la ruptura de su unidad nacional, y que reciban financiación pública para esos fines. Tenemos a un presidente del Gobierno que pretende ser reelegido gracias al apoyo de éstos, sometiéndose a sus exigencias, incluida una amnistía que borre sus delitos previos, eliminándolos además del Código Penal para que puedan volver a intentarlo impunemente, como ya se jactan de anunciar en el Congreso. Cosa que hizo allí anteayer un dirigente político que colideró el golpe de Estado separatista y a quien Sánchez indultó, anunciando que exigen amnistía y autodeterminación y que no renuncian a la unilateralidad. Felipe González y Alfonso Guerra tienen la oportunidad de impedir que con las siglas PSOE se consuma esta felonía. Y todo para que Puigdemont hable en catalán en el Parlamento Europeo.