
El canto del cuco
La Constitución, amenazada
Uno de los efectos más perniciosos de estos siete años de Gobierno de las izquierdas, apoyado por los separatistas vascos y catalanes, ha sido el deterioro de la maquinaria constitucional y la pérdida de aprecio ciudadano de la Constitución vigente
Este año la celebración del aniversario de la Constitución ha lucido menos que años anteriores, a pesar de los clarines oficiales. Ha servido para mostrar el enfrentamiento irreductible de las dos principales fuerzas constitucionales y el alejamiento de las demás, profundamente resentidas y radicalizadas. Tampoco puede hablarse de fervor popular, aunque en la jornada de puertas abiertas la gente siga entrando en el Congreso a contemplar ritualmente los disparos en el techo una noche aciaga. La principal novedad ha sido el libro de memorias del Rey Juan Carlos y una inesperada alocución suya, que han sido recibidos con más displicencia que curiosidad o respeto. Su contribución a la «reconciliación», que figura en la portada de la obra, y su propósito de que se reconozca su histórico papel se quedan de momento en nobles deseos. El primer rey constitucional sigue expatriado.
Uno de los efectos más perniciosos de estos siete años de Gobierno de las izquierdas, apoyado por los separatistas vascos y catalanes, ha sido el deterioro de la maquinaria constitucional y la pérdida de aprecio ciudadano de la Constitución vigente. El resquebrajamiento del «Régimen del 78», que tanto ha contribuido a la normalización democrática de España, a la reconciliación de los españoles y al progreso de la nación, está siendo intensificado por la irrupción de fuerzas extremistas a derecha e izquierda, favorecidas por la política de confrontación impuesta por el sanchismo gobernante. La crítica a la Constitución procede de la misma mesa del Consejo de Ministros y de los socios externos del Gobierno.
El asunto es de la máxima gravedad. Cuanto más se prolongue esta anómala situación política, más aumentará el deterioro y más difícil será recuperar la concordia constitucional perdida. Desde los extremos y desde las trincheras separatistas de la periferia se trabaja en la demolición de la Monarquía. La Corona aparece marginada por el Gobierno, convertida en un objeto decorativo, aunque la Familia Real mantiene aún, afortunadamente, el aprecio popular. Se teme que Sánchez, a cambio de mantenerse en el poder, acepte el nuevo pacto que le ofrece Puigdemont, por escrito público, para acabar con el «Régimen del 78». La ruptura, que no se hizo en la Transición, se presenta ahora, según el político catalán, como «la única salida que tiene el socialismo español si quiere sobrevivir». Esa ruptura arrancaría con el reconocimiento del derecho de autodeterminación de Cataluña (referéndum a la vista) y la liquidación de «la Monarquía restaurada por Franco». Iríamos a la República Federal (o confederal), viejo sueño socialista y de sus actuales socios. Es la oferta envenenada que llega de Waterloo.
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