
Big data
Crece el número de españoles que apoya la recuperación de la mili
Nueve países de la OTAN conservan el servicio militar obligatorio; todos ellos son fronterizos con Rusia
En 1986 el CIS preguntaba si se estaba a favor o en contra del servicio militar obligatorio y solo el 14,6% lo apoyaba. Casi tres décadas después el instituto de opinión británico YouGov publicó los resultados de un estudio en Europa y en España el apoyo a la vuelta del servicio obligatorio alcanzó el 42,1%.
30 de los 32 miembros de la OTAN son europeos. De ellos solo 9 tienen servicio militar obligatorio. Pero la mayoría, 21 países, no tienen activado el ejército de leva. Islandia, jamás lo ha tenido, y dos de ellos; Gran Bretaña y Luxemburgo fueron pioneros en establecer el ejército profesional en Europa, en 1963 y 1967, respectivamente, y pusieron fin entonces al ejército de reclutas. Otros 18 países esperaron al final de la guerra fría para desmantelar el servicio militar obligatorio, lo que sucedió entre 1995 y 2011, siendo el primero Bélgica y el último Alemania. España, junto con Francia, suspendió el servicio obligatorio en 2001.
Los 9 que tienen implantado el servicio de armas obligatorio tienen fronteras terrestres o marítima en el Báltico y Ártico con Rusia; son los países escandinavos Finlandia, Suecia, Noruega y Dinamarca. Otros tres, Letonia, Estonia y Lituania, exrepúblicas soviéticas, cuentan con frontera terrestre con Rusia. En el flanco Sur, Grecia y Turquía, esta última vecina de Rusia por tierra y mar.
Pero hay un grupo de 5 países, entre los 18 citados más arriba, que tienen frontera con Rusia y están siendo acosados y provocados con incursiones aéreas, y que deberían volver a implementar el servicio obligatorio, y de forma inmediata: Polonia, Eslovaquia, Hungría, Rumania y Bulgaria.
Por lo que los restantes 13 países, entre ellos España, Francia, Alemania -está en ello-, Italia y Países Bajos, deberían ir preparando planes de contingencia en ese sentido.
La guerra de Vietnam derrumbó dos mitos arraigados en Occidente, el primero, que «la guerra es demasiado importante para dejársela a los militares», como decía equivocadamente el político francés Clemenceau, y el segundo, fruto de la Revolución Francesa, que el ejército de leva o reclutamiento forzoso es «la nación en armas».
La injerencia nefasta de los políticos de la Casa Blanca en la conducción de la guerra contra Hanoi, y una generación de jóvenes americanos envenenada por el movimiento «Hippie», el pacifismo y las drogas, de la que la Unión Soviética fue responsable, había anulado el sentimiento de identidad nacional y la voluntad de defensa de los reclutas norteamericanos.
Tras el fracaso en indochina, los EEUU implantaron el ejército profesional y acabaron con la «mili». Desde entonces los Estados Unidos se han impuesto en el campo de batalla a todos los enemigos a los que se ha enfrentado. Incluso ha ganado guerras sin iniciarlas.
Una década después de finalizada la contienda vietnamita, la guerra de las Malvinas nos demostró que una pequeña fuerza expedicionaria británica, constituida por militares profesionales que recorrió más de 12.000 kilómetros desde el Reino Unido, derrotó a una fuerza militar argentina, mucho más numerosa que no estaba a más de 600 kilómetros de Buenos Aires, pero basada en soldados del servicio militar obligatorio.
La guerra actual es científico-técnica, requiere de sistemas de armas complejos y costosos económicamente, y de personal capacitado, con formación continuada. Se requiere de unidades permanentemente entrenadas. El resultado en una fuerza militar de baja exposición de los efectivos humanos al fuego enemigo. Eso no se puede lograr con soldados reclutados por unos meses y que posteriormente vuelven a la vida civil. Por lo que el peso de la guerra en Europa cuando estalle descansará en las unidades militares profesionales, que podrán aplastar a las tropas rusas en cualquiera de los frentes terrestres que se abrirán, cuantos más mejor, porque forzará a Rusia a dividir su menguado ejército de reclutas para oponerse al puño de acero de las tropas profesionales europeas en su avance imparable hacia Moscú, San Petersburgo y Volgogrado.
Ahora bien, los ejércitos profesionales de la OTAN tienen como meta convertirse en fuerzas expedicionarias o estratégicas, que pueden golpear en cualquier rincón del planeta. Pero para la defensa de nuestras naciones o para ocupar territorios en el extranjero, se precisan contingentes de tropas que no requieran un alto nivel de tecnificación, ahí es donde tendrá su razón de ser un ejército complementario de tropas procedentes del servicio militar obligatorio, tropas de segunda línea o de retaguardia. Y para ello necesitamos reclutar a suficientes jóvenes europeos. Los arqueros custodiarán el castillo cuando la caballería salga a derrotar al grueso de la fuerza hostil en campo abierto.

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