
El trípode
Crónica de la quiebra de las pensiones
«Un sistema que gasta 50.000 millones más de los que ingresa y que debe 125.000 millones es inviable y un día colapsará»
Gabriel García Márquez (1927-2014) inicia su «Crónica de una muerte anunciada» con una frase subyugante y profética: «El día que lo iban a matar...» Cerca de diez millones de españoles cobran estos días su pensión de jubilación o viudedad. En España, las pensiones no son elevadas. La percepción media es de 1.312,9 euros brutos mensuales y en el caso de las contributivas, alcanzan los 1.507,55. Peor lo tienen los autónomos, aunque han logrado rebasar los 1.100 euros de media, algo que ya ha celebrado la ministra del ramo Elma Saiz. Los nuevos pensionistas están algo mejor porque llegan a los 1.722 euros. Todo eso supone un gasto para la Seguridad Social de 13.620,9 millones de euros en agosto que, al final del año, subirá hasta la cifra de más de 200.000 millones en pensiones. La Seguridad Social, sin embargo, no logra ingresar ese dinero con las cuotas de las cotizaciones sociales y, sólo en 2024, tuvo un déficit de más de 50.000 millones. Se arregló con 48.000 millones de aportación del Estado y con endeudamiento que, en mayo de este año, superaba los 125.000 millones de euros.
Los números no mienten. La Seguridad Social y, por lo tanto el sistema de pensiones, está en quiebra, solo pendiente del día en el que sus responsables se atrevan a admitirlo. Es lo único que se puede decir de un sistema que gasta 50.000 millones más de los que ingresa, que ha multiplicado por seis su deuda en quince años y en el que los nuevos pensionistas cobran más de lo que percibían los que causan baja. El fenómeno no es solo español, aunque aquí las pensiones sean más bajas en términos absolutos, pero mayores que en otros países en proporción al último salario, también inferior. En Alemania «las cuentas no salen», acaba de decir el canciller Merz. Francia afronta una crisis por el rechazo popular a los ajustes anunciados, que no afectan a las pensiones, pero llegarán. En España, ni el Gobierno ni ningún partido quieren coger el toro por los cuernos, con la esperanza de que sea otro el que deba apechugar con el asunto, que supondrá, primero congelación y luego, quizá, recorte de prestaciones. Ocurrió en Grecia, Portugal y en más sitios. Es la crónica de la quiebra anunciada de las pensiones, solo pendiente del día en el que va a ocurrir la catástrofe, que diría García Márquez.
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