El trípode del domingo
La «cultura de la muerte» frente a la de la vida
En nuestra secularizada sociedad actual, es una realidad la pérdida del sentido de la propia existencia por parte del hombre
«¿Cómo se ha podido llegar a una situación semejante?». Esto se preguntaba retóricamente san Juan Pablo II en su extraordinaria encíclica «Evangelium vitae» –«El Evangelio de la vida»– al analizar ese salto producido en la conciencia colectiva tras pasar de ser considerados como delitos los «atentados relativos a la vida naciente y terminal» del aborto y la eutanasia, a pretender ser vistos como derechos, ejecutados gratuitamente por los mismos agentes sanitarios.
Ese texto del magisterio pontificio escrito en 1995 es la referencia obligada para conocer la posición de la Iglesia sobre el valor de la vida humana. Han transcurrido 28 años desde entonces, y esa situación que el gran Papa consideraba de suma gravedad que se estuviera planteando como hipótesis, es hoy una lacerante realidad en la casi totalidad de los estados de lo que un día fue la Cristiandad europea. Desde aquella fecha a la actualidad, incluso países como Irlanda y España, de cultura y tradición católica arraigada, han dado ese salto, reconociendo legalmente como derechos positivos esas conductas tipificadas entonces en el Código Penal, y ahora incluso con un reproche punitivo para quien sencillamente ose rezar a 25 metros de un abortorio, como sucede con la reforma del Código Penal en España. La iniciativa mundial «40 días por la vida», tiene sobrada experiencia de ello.
Analizando las causas de tal cambio, san Juan Pablo II se detiene especialmente en atribuir la máxima responsabilidad a la difusión de una «cultura de la muerte» promovida por fuertes corrientes culturales, económicas y políticas, con una concepción de la sociedad basada en la «eficiencia», que se traduce en una «conjura contra la vida», en una guerra de los «poderosos contra los débiles», que se autoatribuyen un poder absoluto sobre los demás y contra los demás, lo que da a su pretendida libertad un significado «perverso e inicuo». El texto también desvela los intereses egoístas que se esconden tras las políticas antinatalistas que promueven el aborto y la eutanasia como derechos y conquistas.
Impresiona leer y meditar ese magistral texto que sigue en su desarrollo el relato del Génesis sobre el asesinato de Abel por parte de su hermano Caín. En nuestra secularizada sociedad actual, es una realidad la pérdida del sentido de la propia existencia por parte del hombre, que vive inmerso en un horizonte de luces y sombras al estar en medio de un enorme y dramático choque entre el bien y el mal, entre la «cultura de la muerte» y la «cultura de la vida», ante la que no es posible permanecer tibio o equidistante, siendo obligado definirse. Y con urgencia aquí y ahora en España.
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