Cuaderno de notas

La derecha hablando sola

En el PP creyeron que España estaba hasta el gorro de Sánchez por todo lo que había hecho y se equivocaron. Ahora creen que pese a todo lo que ha hecho, España está con Sánchez. Se equivocan

Apunté en mi cuaderno mi Españita ingobernable y endemoniada, sanchista, pepera, voxquimana, yolandista e italiana, pero que muy italiana. Cada vez más. Este país se parece tanto al caos de allí que va la gente diciendo «Ma qué cosa» y hablando con los dedos así. En nuestra infantil concepción del otro, para hablar italiano, los españoles terminamos las palabras en -ino y en -ini y ponemos los dedos como una abuela pizzera. En un concierto en Barcelona, el público se puso a corear: «Sánchez, mamoni, chiama a Puigdemoni». Desde el Vallecas que pintó Antonio Gómez, Madrid parece un suburbio de Nápoles o las colinas de Imperia en la que los niños me vendían cestas de hongos en las cunetas de las carreteras del otoño. En un arranque como de «Amarcord», el camarero Villegas de De La Riva se ha subido a un árbol a gritar «¡Voglio una Donna!»

Todo ha adquirido un punto felliniano incluidos los pedrettes, que corren por las avenidas con sus partes políticas al aire para celebrar la resurrección del líder. Ché bello. Estuve en Italia y, viendo esos tipos tan guapos, tan bien vestidos, tan a medio camino entre el David y Andrea Pirlo, me dije: «Yo de ligar, aquí no tengo nada que hacer». A veces uno tiene la tentación de desistir. La gente de la derecha anda quitándose del twitter y se refugia en el vuelo de las palomas, las fotos del nieto que está empezando a andar, los atardeceres en busca del rayo verde. En el PP creyeron que España estaba hasta el gorro de Sánchez por todo lo que había hecho y se equivocaron. Ahora creen que pese a todo lo que ha hecho, España está con Sánchez. También se equivocan.

Lo que pasó es que sobre Madrid esparcieron cenizas repentinamente y ahora va la derecha en una confusión y un desencanto que queda a medio camino entre las confesiones de San Agustín y haberte encontrado a tu mujer con otro en la cama. Cruzan los pasos de cebra mientras trazan circunferencias en el aire, musitan cálculos sobre el voto extranjero y razonamientos de si, sí, o no, no, fíjate en esto y en lo otro, y en lo del PNV.

Mi Españita, ese conflicto interior. Termina siempre peleando con los mundos que son los suyos. El PNV se jacta de haber conseguido parar a la derecha, como si ellos fueran otra cosa que la derecha. Lo cierto es que tanto han parado a la derecha que han parado a su propio partido. Reconozco que el PNV me suscita una melancolía otoñal ahora que Bildu les ha comido las alubias, que allí se llaman babarrunak… Aquellos fenomenales gimnastas políticos ya solo brillan en destellos. Andan por ahí lentos y torpes como esos delanteros que se ponen gordos. Qué fue de aquellos días galácticos del Euskadi Buru Batzar, capaces de pactar con todos y ser hegemónicos, poco pelo, buena gestión, concesiones razonables, leyes viejas… Ahora andan en el macetohuerto de malasaña, la subida del impuesto a los ricos y la batucada. Se jactan de parar a Vox, pero si lo piensas, Vox lo crearon ellos cuando dieron vida a Frankenstein, validaron los extremos y España comenzó a bailar esta trikitrixa que veremos cómo, cuándo y dónde termina, si es que termina.