El canto del cuco
Los desheredados del mundo
Se trata de un asunto lleno de complejidad, que obliga a una regulación realista y humanitaria, respaldada por las principales fuerzas políticas
Huyen del hambre y de la guerra. Se juegan la vida en la travesía. La mayoría son jóvenes, que sueñan con llegar al paraíso que ven en la televisión y difunden las redes sociales. Aquí juegan sus equipos de fútbol favoritos. Empeñan sus pequeños ahorros en el pasaje. Los que han montado el negocio les animan y les dan facilidades. Son las mafias oscuras que mueven las pateras. Embarcan de noche. Creen que la aventura acabará bien, y una nueva vida aparece al alcance de la mano. Otros, de la misma aldea, lo han conseguido, aunque no faltan los que se han quedado en el mar. ¡Qué le van a hacer! Tienen poco que perder. Son los desheredados del mundo. Vienen de África, de lugares desolados por la violencia y la pobreza. Les espera la vieja y próspera Europa, que necesita mano de obra barata.
La emigración masiva y descontrolada se ha convertido en el principal problema de Europa. La asimilación, sobre todo, de los que proceden del mundo musulmán está resultando conflictiva e influyendo, en muchos países, en el cambio vertiginoso del mapa político, cada vez más polarizado. Francia no es una excepción. Asistimos a una reacción, ya nada silenciosa, contra esta «invasión», que, a juicio de muchos, pone en peligro la misma identidad europea. Es el elemento determinante del crecimiento de los extremismos de derecha y de izquierda. El argumento central de la ultraderecha. El propio mundo católico anda en esto revuelto y dividido entre los que pretenden cerrarse a cal y canto -¡Santiago y cierra España!- a la llegada masiva de migrantes, sobre todo africanos, y los que defienden la acogida cristiana a los necesitados, sean de la raza o religión que sean: la estricta aplicación de las bienaventuranzas evangélicas.
El enjambre de menores no acompañados que llegan a Canarias, saturando la capacidad de acogida de las autoridades de las islas, está generando un conflicto serio entre el PP, dispuesto a recibir en sus respectivas Comunidades a los que le correspondan, y Vox, que se opone y da por rotos, por esa discrepancia, los Gobiernos conjuntos. Se comprueba así, es una buena piedra de toque, que son partidos bien distintos. El problema migratorio está condicionando la política española y europea. Nadie quiere «menas» en su barrio. La islamofobia aumenta en la calle, y no falta mucho, como está ocurriendo en países de nuestro entorno, para que el problema estalle también aquí abiertamente. Se trata de un asunto lleno de complejidad, que obliga a una regulación realista y humanitaria, respaldada por las principales fuerzas políticas.
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