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El trípode del domingo

Ni diaconisas ni sacerdotisas

la Iglesia Católica es fiel a la Revelación pública, a la Tradición y al Magisterio sostenido durante veinte siglos y ahí sigue

El Papa León XIV ha vuelto a confirmar que el acceso al diaconado, entendido como uno de los grados del Orden Sacramental, no está permitido a la mujer. En la actualidad, ese orden comprende tres grados: el episcopal, el sacerdotal y el del diaconado, que es sobre el que la Santa Sede ha pedido opinión a diferentes comisiones en línea con el denominado espíritu de «la sinodalidad». Lo cierto es que la división teológica y doctrinal existente al respecto ha vuelto a ponerse de manifiesto nuevamente en el último estudio y el Papa ha zanjado el debate decidiendo que la mujer no puede acceder al diaconado. En un mundo y una sociedad como la actual, en donde el machismo y el feminismo concentran buena parte del debate social y político, compartiéndolo incluso con la ideología que sostiene que el sexo biológico no debe condicionar la naturaleza personal, no debe extrañar que este debate aceche también a la Iglesia, considerándola cual si se tratara de una institución humana más. Es necesario recordar por ello que la Iglesia, en efecto, no es una institución solo humana, sino que está fundada por Jesucristo, que hace dos mil años ya anunció que «las puertas del infierno no prevalecerían contra ella». Por tanto, no se debe ver en la no admisión de la mujer en el orden sacerdotal un atentado contra la dignidad o la igualdad de la mujer respecto al varón; basta recordar que la Virgen María es la Madre de Dios y Madre de la Iglesia, y que los apóstoles fueron elegidos por Jesucristo, todos varones. Y que Él no se sometió a los criterios y valores de su tiempo, reconociendo la plena dignidad de la mujer. Pero ni el varón ni la mujer tenían, ni tienen, «derecho» alguno a acceder al orden sacerdotal, sino que es una vocación que concede el Señor. La Iglesia es el cuerpo «místico» de Cristo, de la que Él es la cabeza y los fieles católicos sus miembros, y se debe entender que los criterios meramente humanos no son adecuados para realidades como Ella. Confesiones religiosas cristianas del protestantismo ya tienen diaconisas, sacerdotisas e incluso obispas. Pero la Iglesia Católica es fiel a la Revelación pública, a la Tradición y al Magisterio sostenido durante veinte siglos y ahí sigue. Es una evidencia que la mujer está más presente que el hombre en la vida de la Iglesia, dada su mayor vida religiosa y espiritual. Pero no es una cuestión de importancia, dignidad o derechos el acceder al orden sacerdotal. Es sencillamente cumplir con la voluntad de Dios, que fundó Su Iglesia para ser «Madre y Maestra»: todo femenino.

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