
Insensateces
Dignidad
No hay ni habrá dinero para recompensar lo que hacen esas hermanas con ropajes imposibles para los demás
La dignidad de los pobres no se mide como la de los demás. Les explico. Hay unas monjas en el centro de Madrid, concretamente en el barrio de Moncloa, a las que tendría que ser obligatorio visitar. Son las Hermanas de la Compañía de la Cruz. Acaban de cumplir 150 años de la fundación de la congregación y se fundó como quería Sor Ángela de la Cruz en 1925. Dos Santas y un Beato, ese es su balance que no es poca cosa. Y son sevillanas. Y, como buenas sevillanas, fríen muy bien. Las pueden encontrar en muchos sitios, ojo, o sea, no se arratonen. En Roma, en su ciudad fundacional, y en varios países donde llevan su bondad y su entrega a los demás. Fríen muy bien, repito. Esas monjas, vestidas con ropajes imposibles con estas temperaturas, se han dedicado a los demás de una manera trascendente y extraordinaria. Durante la pandemia, visitaron a enfermos a los que nadie visitaba; dieron de comer (como siempre) a todos aquellos a los que no llegaba nadie; miraron a los ojos en las colas del hambre que montan a las puertas de sus conventos como nadie les miraba y continúa mirando. Visitarlas es encontrar una paz inconmensurable. No hay precio. No hay ni habrá dinero para recompensar lo que hacen esas hermanas con ropajes imposibles para los demás. Y fríen muy bien.
Esas mujeres no comen ni carne ni pescado. Aunque si alguno de Vds quieren llevarle algo de pescado lo van a aprovechar estupendamente. Les pueden llevar dinero, que lo van a dedicar a los pobres, a los que podrán ver en la puerta. Les pueden acercar ropa en buen estado, que va a vestir a los pobres, a los que podrán ver en la puerta. Y, si pueden, pues les llevan algún pescadito, algunas bolsitas con pescado para ellas. Sólo así conseguiremos que coman un poco mejor. Y van a recibir las gracias, y un Dios se lo pague profundo. Pero no esperen una genuflexión, ni una reverencia, ni un sometimiento. La mayor dignidad está en los pobres. Y, si encima vienen directamente de Dios, si las ha mandado Dios, ni mijita.
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