Aquí estamos de paso
A Dios le pido
El PP parece perdido en la imprecisión, en una estrategia que no marca un camino claro
Estima el Partido Popular que Europa es Hispana. Bajo esa bandera organiza un acto político que a estas alturas no ha tenido más remedio que reconocer que se le fue de las manos. A ver, montar un mitin partiendo de una premisa tan alejada de la realidad es ya un error no solo de estrategia, sino de concepto, de saber dónde está y a qué aspira uno. Pero cerrarlo además con una exhibición de la más rancia estética trumpista con una dama evangélica de verbo abrupto y tono inquisitorial, clamando por oraciones para el PP , que «Dios trajera el amor a este partido», es de una insolvencia de hacérselo mirar. Por lo visto esta señora apacigua los ánimos de una parte del partido en Madrid. No sé si de su presidenta, como dicen algunos, pero sí de algunos militantes que la tienen en muy alta estima. Pero una cosa es eso y otra llevarla a un acto político en el que se supone que Europa está en el horizonte.
Por mucho que pretenda atraerse al electorado hispano. No solo porque no se ve muy bien la relación entre lo hispano y Europa –más allá de la historia de aquella España imperial y conformadora de la identidad europea presente, nada que ver con el concepto contemporáneo de «hispano»–, sino porque denota un más que incómodo desconocimiento del mundo hispano o latinoamericano. ¿De verdad una predicadora que habla del pecado, del castigo, del diablo y de una fé radicalmente intolerante es altavoz de algo que no sea ella misma o sus fieles más cafeteros? El mundo hispano es bastante más que eso.
Le preguntaban a Borja Semper por la susodicha, y el hombre, que es largo y tiene criterio, no sabía dónde meterse: «todo el mundo tiene derecho y tal…Nadie le preguntó lo que iba a decir, y cual...». Como intento de salida airosa no estuvo mal, pero si no él, por lo menos gran parte del partido sabía de la personalidad de la señora.
El PP parece perdido en la imprecisión, en una estrategia que no marca un camino claro. Es evidente que quiere y debe distanciarse de Vox, pero hacerlo a base de parecerse a Trump o a Bolsonaro no parece lo más inteligente. Como hablar de una Europa para la que España no sólo es pieza de futuro esencial, sino armazón de pasado sin el que no se entiende el continente, añadiendo –y desvirtuando– el término hispano, de tan claras connotaciones en este momento.
Como es natural, la Iglesia Evangélica se ha desmarcado del mitin de la señora de Madrid.
Pero uno tiene la sensación de que en el esquema organizativo de la estrategia del PP no hay un cimiento asentado. Puede haber un objetivo, pero el camino está siendo un poco desconcertante.
Si no fuera porque a la izquierda están en el empeño secular de autodestruirse, con el matrimonio entre el PSOE y Podemos absolutamente roto, y Sánchez a la espera de que la novia de blanco alcance la dote suficiente, se podría pensar que el PP lo tendría imposible para ganar o hacerlo sin Vox, a la vista de los méritos incesantes para desconcertar y liar a su electorado. Si es que saben cuál es.
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