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Diplomacia

Ni siquiera que Starmer invite a té a Sánchez próximamente evitará la sensación de aislamiento, anomalía y marginalidad que irradia España internacionalmente

España, con la extraña política seguida durante estos años, sufre una acelerada pérdida de credibilidad en la esfera internacional que ha afectado a sus relaciones diplomáticas, y por consiguiente a su influencia global. La pérdida de crédito significa merma de reputación, se traduce en una posición de debilidad a la hora de negociar con otros países, establecer acuerdos, relaciones, alianzas… El daño reputacional de un país –en los círculos occidentales, pero no solo– tiene graves consecuencias. Aunque, si otros dirigentes políticos de países occidentales verbalizaran su desconfianza hacia España estarían traspasando límites que no son tolerables en las relaciones internacionales y la diplomacia moderna. Por eso no lo hacen. Y cuando algunos reclaman a Ursula von der Leyen gestos y acciones que demuestren que en la UE son conscientes del deterioro democrático que sufre España, piden un imposible. Sencillamente, en nuestros tiempos la diplomacia ya no se ejerce, como había ocurrido a lo largo de toda la historia, en los salones palaciegos donde está instalado el poder. Hoy el mundo se ha globalizado gracias a la tecnología, que ha convulsionado y perfeccionado el transporte y la comunicación, y la opinión pública es cada vez más importante. Los países se encuentran interconectados por lazos económicos difíciles de romper por causas aparentemente «ideológicas», pese a que desde España hayan saltado esos límites sin calibrar las consecuencias, como quien juega en el casino, pero con dinero de los contribuyentes. Los foros e instituciones multilaterales ejercen un papel esencial (Otan, G7, G20, UE…) difícil de obviar por cuenta de un solo Estado. La cooperación se ha convertido en actor primordial… Etc. Desde mayo de 2023 (Gustavo Petro, Colombia) España no recibe a un mandatario extranjero. ¿Por qué? ¿Tiene algo que ver en ello la pérdida de prestigio del país? Los Reyes tampoco viajan, porque el gobierno, que es quien da la orden de que visiten o no otros países, así lo ha decidido. Y ni siquiera que Starmer invite a té a Sánchez próximamente evitará la sensación de aislamiento, anomalía y marginalidad que irradia España internacionalmente.