
A pesar del...
Doctrina en la «Rerum Novarum»
Algo parecido sucede con la Doctrina Social de la Iglesia, de la que muchos ignoran la «D» y solo atienden a la «S»
La propensión a utilizar categorías políticas o ideológicas para analizar a la Iglesia y sus ideas es algo tan ridículo como reducir a Jesús a un líder político carismático –lo lamentó, por cierto, el propio León XIV en su primera homilía el pasado mayo–. Algo parecido sucede con la Doctrina Social de la Iglesia, de la que muchos ignoran la «D» y solo atienden a la «S». Por eso simplificaron tanto quienes calificaron a Francisco de peronista o socialista, o los que antes pensaron que san Juan Pablo II era liberal, cuando ambos tienen matices, precisamente por la «D» –puede verse: «Tensión económica en la Centesimus Annus», Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, 2000, pp. 473-492; aquí: https://bit.ly/3ZXrko5.
Rerum Novarum es iluminadora a propósito de esos matices. León XIII habla de «la acumulación de riquezas en manos de unos pocos y la pobreza de la inmensa mayoría… la inhumanidad de los empresarios… codicia de los competidores… voraz usura». Los obreros no son «esclavos» y han de cobrar su «salario con justicia».
Pero al atacar la propiedad privada «los socialistas empeoran la situación de los obreros todos… el poseer algo en privado como propio es un derecho dado al hombre por la naturaleza». El Estado solo ha de intervenir si una familia se halla «en una situación de extrema angustia y carente en absoluto de medios para salir de por sí de tal agobio», pero «es necesario de todo punto que los gobernantes se detengan ahí», para que «la propiedad privada no se vea absorbida por la dureza de los tributos e impuestos», porque no se puede «quitar a otro lo que es suyo o, bajo capa de una pretendida igualdad, caer sobre las fortunas ajenas».
La clave es la integración de la Iglesia, injustamente apartada por los Estados, y el Papa apuesta por la sociedad civil, los socorros mutuos y las «asociaciones católicas» de «obreros cristianos». La Iglesia no anima la lucha social, sino que «trata de unir una clase con la otra por la aproximación y la amistad». Los obreros no ansían vivir del Estado, sino que «la mayor parte prefieren mejorar mediante el trabajo honrado sin perjuicio de nadie».
Es diáfana la distinción entre sociedad y Estado, crucial para la libertad. Debemos ayudar al prójimo porque así lo demanda la «caridad cristiana, la cual, ciertamente, no hay derecho a exigirla por la ley».
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