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Junta de Andalucía

Andalucía, ante un nuevo comienzo

La Razón
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Ayer asistimos a un hecho histórico en el Parlamento de Andalucía que ni siquiera la infantil pataleta de la izquierda puede empañar. Treinta y seis años después se consuma lo que en cualquier democracia es normal, una alternativa de Gobierno, pero que en la mayor comunidad autónoma de España parecía imposible. El propio desarrollo del acuerdo político entre las tres formaciones del centro y la derecha, fluido y natural, pese a los mohines fingidos de Ciudadanos, no sólo demuestra la conciencia general de la bondad del cambio, sino que responde a la voluntad claramente expresa en las urnas de los ciudadanos. Para el nuevo Ejecutivo, el envite es de los grandes. Se trata, nada menos, que de vencer, primero, la inercia de un régimen clientelar que ha entretejido una densa trama de intereses y, después, de cambiar el modo de entender la gestión pública, no como el patrimonio de un partido, sino como un deber de eficiencia de servicio hacia la comunidad, con independencia de la adscripción ideológica de cada ciudadano. El mismo espectáculo de la conformación de la Mesa de la Cámara autonómica, con una extrema izquierda vociferante que dio la medida exacta de su intolerancia congénita, debería poner sobreaviso a los futuros gobernantes sobre la colaboración que pueden esperar de la oposición parlamentaria. Tal vez, el único consuelo sea comprobar cómo la inquina entre la presidenta del PSOE andaluz, Susana Díaz, y la líder de Podemos, Teresa Rodríguez, se mantiene por encima de cualquier consideración, hasta el punto de haber dejado al partido morado sin representación en la Mesa. A este respecto, podría haber tenido alguna virtualidad la sobreactuación de socialistas y radicales de izquierda a costa de VOX de no venir precedida por otra fantasmagoría sectaria como fue el «pacto del Tinell», cuando le tocó al Partido Popular de Cataluña ejercer de víctima propiciatoria y encarnación de todo los males. Ayer, los mismos que negaban la legitimidad política a un partido escrupulosamente democrático, pretendían incluirlo en su pulsión sectaria, que, sin duda, nos dará grandes tardes de crispación, en los parlamentos y en la calle. Pero no es conveniente dejarse confundir. No es la emergencia de VOX, un partido en el extremo ideológico como Podemos, lo que realmente disturba a la izquierda, sino las malas perspectivas electorales, tanto a nivel general como local, que trae asociadas. Ahora, sin embargo, la cuestión que preocupa a los ciudadanos andaluces, y que ilusiona a su gran mayoría, es comprobar si el cambio político trae consigo un verdadero cambio de rumbo transformador que sitúe a Andalucía en el lugar que por riqueza natural, patrimonio cultural y capacidad creativa le corresponde. Que acabe con las lacras de un régimen, virtuoso de la burocracia y la subvención sin futuro, que la ha mantenido a la cola de España, pese a las millonarias inversiones procedentes de los programas de compensación de renta de la Unión Europea. Así pues, cabe exigir a los firmantes del pacto de Gobierno, Partido Popular y Ciudadanos, que antepongan a cualquier consideración política y personal al objetivo primordial del crecimiento económico y del empleo, sin lo que no es factible afrontar las necesidades básicas del Estado de Bienestar y corregir los graves desequilibrios de cuatro décadas de socialismo. Hasta ahora, Juanma Moreno y Juan Marín han demostrado, al menos, voluntad de colaboración y coincidencia en los objetivos ante señalados. Queda, sin embargo, la conformación del próximo Gobierno con el reparto de las consejerías. No lo tendrán fácil, menos desde una izquierda que se resistirá al desalojo de unas instituciones que ya consideraban suyas por derecho divino.