Elecciones andaluzas

Andalucía, momento clave

El abandono de José Antonio Griñán, escenificado ayer sobriamente, coloca a la Junta de Andalucía en el centro del debate político. Susana Díaz, su sustituta, tomará el mando a comienzos de septiembre y es seguro que emprenderá un intenso proceso de relevo generacional. El cambio presidencial llega sin el aval de la experiencia de gobierno en otras administraciones y con una reputación ganada gracias a su irrefrenable escalada en el aparato del poderoso PSOE andaluz. La intuición más afortunada de Susana Díaz fue prestar su hombro a Griñán en la campaña autonómica de marzo de 2012. Todas las encuestas lo daban por perdedor e incluso el PSOE lo señalaba como aquel que pasaría a la historia por dilapidar Andalucía, un patrimonio de todos los ciudadanos que los socialistas propagan como suyo. Griñán pudo formar gobierno y, un año después, Díaz tiene en sus manos el timón de la región más poblada de España. Los cuatro ejercicios y medio de «griñanismo» arrojan datos muy negativos. Con una tasa de paro que bordea el 36%, bajo sus mandatos el número de desempleados se ha incrementado en casi medio millón de personas, hasta situarse en 1.400.000. Por el estado de sus cuentas regionales, Andalucía no tiene posibilidad de acudir al mercado tradicional para financiar la deuda pública; está sometida a la presión de las farmacéuticas para que abone los millonarios débitos por medicamentos y material suministrado, y ha vuelto a constatar, pese a los esfuerzos inversores, un insoportable fracaso educativo. Especular sobre los motivos de la salida de Griñán es un ejercicio vano. Es sabido que han pesado elementos de carácter personal y también vital. Él mismo ha reconocido estar afectado por el escándalo de los ERE. Deja la Junta, pero se garantiza, eso sí, una plaza en el Senado para estar aforado en el Tribunal Supremo. A tenor de la tenaz instrucción de la juez Alaya, y de cómo se han dilapidado fondos destinados a crear riqueza en la región con los más bajos índices de prosperidad, el caso no debe quedar impune. Además, Griñán sigue siendo presidente del PSOE y secretario general de los socialistas en Andalucía. En suma, Andalucía vive una etapa crucial y la nueva presidenta deberá presentar un perfil conciliador, moderado y ofrecer resultados, pero su Gobierno está sometido a un pacto con IU, que ensaya en Andalucía un modelo radical y contrario a la opinión de la gran mayoría de los andaluces. Razón de más para que plantee, por mera higiene democrática, un adelanto electoral. El PP, por su parte, no debe olvidar el número de diputados nacionales que salen de Andalucía y la necesidad perentoria de encontrar un líder de fuste, una vez que ayer Juan Ignacio Zoido reiteró su renuncia a ser candidato y que delega en Génova la trascendental decisión.