Elecciones andaluzas

Andalucía no necesita victimismo

La encuesta de «NC Report» sobre la intención de voto en las elecciones autonómicas andaluzas, que hoy publica LA RAZÓN, otorga una nueva victoria al PSOE, que podría perder, sin embargo, hasta siete escaños; deja al Partido Popular en segundo lugar, también con una merma significativa, de 5 a 7 escaños; seguido de la coalición de extrema izquierda entre Podemos e Izquierda Unida, que ganaría 4 escaños, y de Ciudadanos, que sumaría los 7 que pierde el PP y, tal vez, dos más procedentes de los socialistas. En definitiva, que con un 34, 6 por ciento del voto, Susana Díaz podría volver a gobernar con el apoyo del partido de Albert Rivera, como en este último ejercicio, o con los votos de Podemos/IU, reeditando el acuerdo de 2012, que permitió a los socialistas arrebatar la presidencia de la Junta al popular Javier Arenas, que había ganado las elecciones. Frente a la «cocina» del CIS, los resultados de nuestro sondeo no otorgan escaño alguno a la extrema derecha de Vox, si bien reflejan un notable incremento de votos, más de 57.000, para la formación de Santiago Abascal. Más de un 3 por ciento de esos sufragios populistas procederían de antiguos votantes del PP, por lo que parecen justificados los llamamientos al voto útil por parte de los dirigentes populares, aunque, por supuesto, su mayor sangría siga estando en Ciudadanos, partido al que se trasladaría el 14,9 por ciento de quienes votaron al PP andaluz en 2015. Pese a ello, los resultados de la formación de Rivera, al menos los que refleja la encuesta, no son buenos. En primer lugar, porque se queda lejos de dar el pretendido «sorpasso» en el centro derecha –de hecho seguiría siendo el cuarto partido en Andalucía por número de votos y escaños– y, después, porque revela el descontento de una parte nada despreciable de sus antiguos votantes con la política de respaldo al Gobierno de Susana Díaz durante esta última legislatura. Ciudadanos es así la formación con menor índice de fidelidad –sólo el 70 por ciento de los consultados manifiesta su intención de repetir por el partido naranja– y el que presenta más abstencionistas: el 17,3 por ciento, frente al 14, 2 por ciento de Izquierda Unida o el 12,5 por ciento de Podemos, partidos estos últimos que también han provocado resistencias internas ante su proceso de coalición. Si bien estamos hablando sobre una mera proyección electoral, esta es más sólida cuanto más próxima es la cita con las urnas y más se mantiene en el tiempo. Pero aunque sean escasas las posibilidades de un cambio de tendencia a lo largo de la campaña electoral, lo cierto es que Andalucía debería ser capaz de romper ese bucle melancólico que la ata indefectiblemente a un partido, el PSOE, cuya gestión, desde un análisis objetivo y pese a las excusas de sus dirigentes, arroja uno de los peores balances económicos y sociales de entre las comunidades españolas. Con el agravante de que se trata de una de las regiones con mayor proyección, con grandes empresas tecnológicas avanzadas, una industria agroalimentaria puntera, un sector turístico desarrollado y que, además, ha recibido el grueso de las ayudas financieras de la Unión Europea a lo largo de los últimos treinta años. Pero frente a la verdad tozuda de sus indicadores, que nos hablan de profundas desigualdades sociales y territoriales, de una cultura de la subvención alentada desde el poder y de una presión fiscal inmoderada, el discurso de los socialistas no cambia y quien denuncia lo evidente es porque desprecia a Andalucía y a sus ciudadanos. Victimismo de libro, que identifica al partido con la comunidad. Sólo las urnas pueden romper este círculo vicioso.