Cataluña

Cambio de actitud de Mas

En la estrategia del separatismo catalán, dentro de sus objetivos de desinformación, la descalificación del adversario no ha albergado reproche ético alguno. Así ha ocurrido con el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, a quien se ha tratado de endosar una supuesta imagen de instransigencia hacia Cataluña, cuando no de clara animadversión, cuyo mejor exponente sería su negativa a mantener el diálogo con el presidente de la Generalitat, Artur Mas. Ha sido una crítica constante que, desafortunadamente, ha hallado eco en algunos sectores del PSOE y la oposición de izquierdas, más proclives al efectismo en la política que al ejercicio responsable de la representación pública. Por supuesto, ni Mariano Rajoy siente la menor animadversión hacia la que es una parte de la sociedad española ni se ha negado a hablar con el presidente de la Generalitat: bastaba con pedir una audiencia por los cauces formales adecuados para concertar la reunión. Lo que sí ha hecho el presidente del Gobierno, y de manera que no deja lugar al equívoco, es plantear los límites del diálogo dentro del campo que marcan la leyes. Hay que suponer, por lo tanto, que nos encontramos ante un cambio de actitud por parte de Artur Mas, pues no se entendería la utilidad de un encuentro en el que se volvieran a demandar del presidente del Gobierno de la nación decisiones que no puede tomar, simplemente, porque están fuera de la ley, como ocurre con la consulta separatista. Asimismo, Artur Mas no puede llamarse a engaño, por cuanto sus propuestas ya han sido objeto de discusión en los ámbitos políticos y jurídicos adecuados –el Congreso de los Diputados y el Tribunal Constitucional–, que han coincidido en su rechazo. Tiene, pues, las puertas abiertas en el Gobierno –siempre las ha tenido– para buscar una salida a la grave situación que él mismo ha creado, así como para plantear los cambios y mejoras para Cataluña que crea oportunos, siempre dentro del marco más estricto de la legalidad. Cualquier otra pretensión sólo servirá para crear más frustración y división en la sociedad catalana. Por otra parte, no sólo no hay novedad en la posición mantenida por Rajoy frente al desafío separatista catalán, sino que los hechos demuestran que estaba acertado, pese a las críticas de la oposición y la incompresión de ciertos sectores minoritarios de la derecha. No hay otra respuesta posible ante la demanda de un referéndum secesionista que la que ha dado el presidente del Gobierno. Lo mismo reza a la hora de garantizar los derechos fundamentales de los ciudadanos, como es el de educar a los hijos en la lengua vehicular del Estado, derecho en el que ayer el Consejo de Ministros dio un paso importante para garantizar la financiación de la enseñanza en castellano en Cataluña.