Elecciones generales
CIS: España no puede
Se equivocan quienes pretenden reducir la irrupción de Podemos en el panorama político español a una simple expresión de protesta coyuntural, presta a evaporarse al calor de las urnas, pero también quienes se apresuran a dar por finiquitado el bipartidismo que representan el Partido Popular y el PSOE. Porque si bien el último sondeo del CIS no deja de representar –como todas las encuestas elaboradas fuera del periodo de elecciones–, una toma de la temperatura social en un momento determinado, cuya proyección en votos no suele resistir el contraste con la realidad electoral, lo cierto es que refleja el desencanto de una parte sensible de la población con los dos grandes partidos españoles, a los que consideran incapaces de dar una respuesta válida a los dos problemas que más preocupan al conjunto de la ciudadanía: la recuperación del mercado laboral y, por ende, del nivel de bienestar perdido por la crisis, y la moralización de la función pública, convertida en cabeza de turco de todos los males que aquejan a la sociedad. El hecho de que la recogida de datos del CIS coincidiera en el tiempo con el estallido del escándalo de las tarjetas opacas de Caja Madrid, una muestra especialmente llamativa del mal uso del dinero público que, además, afectaba trasversalmente a los partidos políticos tradicionales y a los representantes de la ortodoxia sindical, ayuda a explicar los malos resultados del PP y el PSOE, los peores de la serie histórica, pero ésta no es la única causa. Ciertamente, la corrupción opera en la opinión pública, y en mayor medida, a causa de la situación de crisis, pero otros factores nada desdeñables –la retirada de la reforma del aborto, para el PP; la inconsistencia frente al desafío separatista catalán, para el PSOE– influyen en el desapego de los votantes tradicionales. En el caso del partido que sustenta al Gobierno, parece claro que una parte de su electorado, el 30 por ciento, declara inclinarse por la abstención o no tiene decidido su voto, con lo que puede considerarse razonablemente que el PP recuperará en las urnas parte de los apoyos perdidos. En el caso del PSOE, el cambio en la secretaría general ya ha servido para iniciar una ligera recuperación, que puede consolidarse o no, pues la formación de Podemos, como refleja la encuesta, se incardina fundamentalmente en el espectro de la izquierda, de donde recoge la mayoría de los hipotéticos votos de futuras elecciones: el 44 por ciento procede de Izquierda Unida; el 23 por ciento, del PSOE, y el 27 por ciento, de UPyD. En estas circunstancias, y ante la amenaza que para la estabilidad del sistema y la recuperación de la economía española, en franco progreso, representan los movimientos populistas, es preciso que los dos grandes partidos, que han sido los protagonistas del desarrollo experimentado por nuestro país, se esfuercen en la recuperación de la estima ciudadana. Nos jugamos mucho en ello.
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