Elecciones andaluzas

Cuarenta años de PSOE es suficiente

La elección del voto nunca puede ser un estigma en una sociedad libre que se rige por el sistema de democracia representativa. Es preciso hacer esta consideración ante el recurso fácil a la descalificación de los votantes que eligen la opción «equivocada» desde el punto de vista de quien no comparte el resultado, algo que viene siendo un lugar común al analizar el comportamiento electoral en Andalucía. Otra cuestión es caer en el victimismo, como hace el PSOE andaluz, cuando se pone de relieve la cada vez más amplia brecha socioeconómica que existe entre la Comunidad que preside Susana Díaz y el resto de España.

Brecha que treinta y seis años de socialismo gobernante no ha logrado cerrar, ni siquiera aproximar, y que, forzosamente, debe tener un responsable en aquellos que han gobernado Andalucía con plenos poderes, han dispuesto del mayor porcentaje de los fondos estructurales provenientes de la Unión Europea y operan, además, sobre una región pródiga en recursos naturales, con una sólida tradición cultural y universitaria, y con sectores empresariales con una capacidad de innovación, especialmente en la industria agroalimentaria, que han abierto los mercados mundiales a sus productos. Y, sin embargo, como hoy destaca LA RAZÓN, si en el año 2000 la renta per cápita de los andaluces era un 26 por ciento inferior a la del conjunto de los españoles, dos décadas después se mantiene en idéntico porcentaje. Si la comparación se hace con la Comunidad de Madrid, la brecha se dispara al 45 por ciento. Detrás de estas cifras está, por supuesto, la realidad de una de las tasas de empleo más bajas de España.

En Andalucía sólo el 43 por ciento de sus residentes mayores de 16 años tiene un puesto de trabajo, seis puntos menos que en el conjunto nacional, y el paro afecta al 23 por ciento de quienes buscan activamente empleo, frente al 14,5 por ciento de la media española. Estos datos tienen una traducción inmediata en la desmedida influencia de los poderes públicos en el desarrollo normal de la sociedad, con una burocracia en continua expansión y altas tasas impositivas. Y, también, explican una mentalidad de dependencia a la que no es ajena la propia concepción de la Administración socialista. Así, detrás del gran escándalo de corrupción de los ERE lo que hallamos es la perversión de un sistema que, en lugar de promocionar la producción y el empleo, pasó a estimular con el dinero público el cierre de empresas.

Andalucía precisa mayor libertad de mercado y una política impositiva que sirva para atraer al inversor empresarial y no, como hasta ahora, lo aleje. Es decir, exactamente lo contrario de lo que ha sido la labor de la Junta desde hace treinta y seis años. Que una mayoría de los votantes mantenga el apoyo a un partido como el PSOE, sin otro horizonte que hacer más de lo mismo, puede tener variadas explicaciones, incluso de las reminiscencias conservadoras entre una población enminentemente rural, con pocas expectativas de mejora, y para las que la Junta significa la tranquilidad de lo malo conocido. Pero eso no significa que no podamos señalar la evidencia de que la región, la más poblada de España y la que por sus condiciones debería tener la mayor proyección de futuro, necesita un profundo cambio político.

Cuatro décadas de régimen socialista parecen más que suficiente, al menos, desde la experiencia de lo que se puede esperar de su gestión. Las encuestas pronostican que en la jornada de hoy volverá a ganar el PSOE andaluz, aunque lejos de la mayoría necesaria para formar gobierno en solitario. No tiene por qué ser así. Una mayor movilización entre los abstencionistas declarados, que representan más del 37 por ciento del censo, y la agrupación del voto en el mayor partido de la oposición, pueden valer por el necesario cambio.