Bruselas
Deberes europeos
Hace poco más de un año los mensajes procedentes de Bruselas estaban revestidos de un tono casi coercitivo. España, sumida en la crisis de la deuda y en un escenario crítico heredado del Gobierno anterior, se encontraba a la defensiva y al borde de un rescate. Hoy, el discurso comunitario sobre nuestro país ha cambiado de forma radical. Desde Europa llega el reconocimiento a las políticas reformistas de Rajoy y los parámetros macroeconómicos han registrado evoluciones esperanzadoras. El giro no ha sido producto de la casualidad, sino de una política económica diseñada para corregir los desajustes estructurales, algunos casi endémicos y el resto que otros alimentaron. No ha habido, por tanto, milagros, sino rigor y sacrificios en torno al proceso de consolidación fiscal más exigente de Europa, el emprendido por nuestro país. Hace unos días, Bruselas recomendó de nuevo a los socios de la UE dar a España dos años más para corregir el déficit e incluso le dio más margen para cada ejercicio tras verificar la solvencia del Plan Nacional de Reformas, y planteó sus recomendaciones a nuestro país que, en líneas generales, coincidían con las grandes intervenciones contempladas por el Ejecutivo para los próximos meses. En este sentido, la cita de ayer de Mariano Rajoy y siete de sus ministros con las autoridades comunitarias en Bruselas puso de manifiesto esa sintonía global en el diagnóstico del panorama español y europeo y de los desafíos particulares y colectivos. Tenemos por delante un catálogo de reformas estructurales y de retos de honda complejidad, pero imprescindibles para alcanzar una recuperación sostenible de la economía y lograr el objetivo prioritario de crear empleo. Del éxito de la reforma de las pensiones, la reforma tributaria global, la reforma de las administraciones y la evaluación de los resultados de la reforma laboral dependerá que estemos más cerca de corregir los desequilibrios estructurales que han atenazado nuestra economía y que la salida de la crisis no resulte frustrante o nos condene a nuevos episodios recesivos en el futuro. En este punto, Europa también tiene que asumir sus responsabilidades. El Gobierno insistió ayer en el pulso por que la UE aplique los compromisos adquiridos sobre la unión bancaria, el fondo contra el paro juvenil y las medidas para facilitar el crédito a las pymes, con el papel reforzado del BEI, entre otros. España cumplirá porque debe hacerlo y porque cree en lo que hace, sin que para ello resulte imprescindible esa subida del IVA que obsesiona a Bruselas y que amenaza nuestro consumo. Pero Europa debe facilitar el camino y no entorpecer. Toca abandonar su cómodo inmovilismo. Nadie está a salvo en un escenario tan inestable e imprevisible como contagioso.
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