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Del «todos contra Rajoy», a declararle persona «non grata»

La Razón
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El espectáculo que se vivió ayer en el Ayuntamiento de Pontevedra resume la persecución obsesiva que está sufriendo Mariano Rajoy y una muestra más de la intolerancia que practica la izquierda. El consistorio de la ciudad gallega decidió por mayoría (17 de los 25 concejales) declarar a Mariano Rajoy persona «non grata». ¿Cuál es el motivo, si es que es necesario presentar alguno para acto tan ominioso? Que el Gobierno en funciones haya prorrogado a Ence para que mantenga una fábrica de celulosa en la ría pontevedresa. Pero ha sido uno de los tres concejales con los que cuentan los socialistas gallegos, y cuyos votos han servido para que esta moción saliese adelante, quien explica con más claridad la hiriente y malintencionada propuesta: «Rajoy es indigno de ser llamado vecino de Pontevedra». Es evidente que con este gesto se ha querido ir más allá de una resolución política y que entra en el ámbito de lo personal, incluso de la persecución. Estamos ante una forma de «escrache» emocional, en el que, en vez de utilizar la fuerza física, el insulto, la amenaza y el amedrantamiento del adversario, se emplea un arma más sutil y perversa: incitar al odio en tu propia tierra. La corporación pontevedresa no sólo se ha excedido en sus atribuciones, sino que ha tomado la peor decisión de todas, porque sólo ha conseguido dividir una vez más a los ciudadanos. El debate ya no es si esta fábrica –que tanto empleo da a la zona– debe continuar su producción, sino si Rajoy merece que le tachen de «non grato» en una ciudad donde ha pasado gran parte de su vida y tiene vínculos que van más allá de los profesionales y políticos. Si ponemos la lupa en los partidos que han apoyado esta propuesta entenderemos que la alianza entre independentistas, izquierda radical y socialistas puede ser nefasta. Ahí están los nacionalistas del BNG, las Mareas –aliadas con Podemos– y la vergonzosa colaboración del PSOE. Ha aparecido un tic totalitario preocupante y parece que han actuado más como un tribunal que como una institución pública. Este suceso se suma a la presión que Rajoy está sufriendo con objetivos dispares, pero que todos coinciden en el mismo punto: que abandone. Parece que Pedro Sánchez no tiene un dato fundamental: el PP fue el partido ganador en las pasadas elecciones del 20 de diciembre. La corrupción ha sido sin duda un hecho determinante en la complicada situación en la que se encuentran los populares, pero a la hora de tomar decisiones de regeneración de las estructuras del partido convendría que tuviesen en cuenta que el comportamiento de Rajoy ha sido ejemplar. Él mismo ha comprometido su palabra, incluso en sede parlamentaria: nunca ha utilizado un euro público para provecho personal. Esto último también se lo deben aplicar ahora dirigentes de PP investigados. Exigir un comportamiento ejemplar en la vida pública debería entrar dentro de lo normal, pero digamos que al PP se le exige un grado más –tampoco está mal si es para certificar la honradez–, aunque ese criterio también tiene que ser aplicado al resto de formaciones, incluso para exigir pactos: Ciudadanos ha apoyado al PSOE en la Junta de Andalucía sin tener en cuenta los casos de corrupción de los ERE y los cursos de formación. Si la declaración de persona «non grata» de Rajoy en Pontevedra es importante es porque coincide con esa idea nefasta de crear un «cinturón sanitario» contra el PP.