Bruselas
Diálogo social recuperado
La escena que se vivió ayer en La Moncloa con el presidente del Gobierno, los líderes sindicales y los máximos representantes de los empresarios reunidos en torno a una mesa resultó en sí misma esperanzadora. Los protagonistas expresaron con su asistencia y predisposición una voluntad de diálogo y de crear una atmósfera proclive siquiera a escuchar las razones del otro, se asuman o no. Hasta la fecha, el Ejecutivo ha tenido un escaso margen para lograr ese clima fundamentalmente porque los sindicatos habían antepuesto en su estrategia justo lo contrario. Las dos huelgas generales en menos de un año fueron la prueba de un propósito de reventar cualquier posibilidad de diálogo y de perseguir la crispación social y el desgaste político del Gobierno. Es lógico pensar que no es posible pasar de cero a cien o del negro al blanco con una reunión de tres horas, como si no hubiera un pasado. Por tanto, el resultado del encuentro cabe valorarlo en función de las expectativas posibles y de los resultados logrados. Bajo esas premisas, la cita de Moncloa tuvo como consecuencia principal la recuperación del diálogo social perdido y abrió cauces hasta entonces cegados para avanzar en las reformas de las administraciones públicas, las pensiones, el empleo parcial, el empleo joven o medidas de protección social para los más desfavorecidos. El presidente Rajoy anunció que convocará a sindicatos y empresarios para abordar el factor de sostenibilidad, una decisión crucial para garantizar el sistema de pensiones. Especialmente significativa fue la constatación de una estratégica sintonía en asuntos relativos a Europa o en materia de moderación salarial. El Gobierno y los agentes sociales trazaron un frente común en política comunitaria que, sin duda, refuerza la posición de España en las cruciales negociaciones en Bruselas. Ese cierre de filas en torno a los intereses generales no es baladí, pues el Ejecutivo defenderá una posición nacional cohesionada y sin fisuras a favor de acelerar el desarrollo de la unión bancaria y fiscal y de unas políticas de impulso de la actividad económica y de creación de empleo combinadas con la consolidación fiscal. Igualmente relevante fue la coincidencia en los acuerdos de rentas y la voluntad de que los esfuerzos en limitar el crecimiento de los salarios y los beneficios empresariales se trasladen a la contención de precios públicos o regulados. Ese cuadro de contención ha redundado en la mejora histórica de la competitividad y en el gran comportamiento de las exportaciones. El balance del encuentro debe ser, por tanto, netamente positivo. La experiencia demuestra que los consensos pueden alcanzarse sin necesidad de grandes retóricas huecas. Con cada uno en su sitio y con voluntad de aportar, no de enfrentar. Nuestra economía no tiene tiempo que perder.
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