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Educar en patriotismo

La Razón
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Hoy, 12 de octubre, España y los españoles celebramos nuestra Fiesta Nacional. Es la gran conmemoración de la Hispanidad, de lo hispano, ese monumental hito que vertebra a decenas de millones de personas por todo el mundo y que se hizo posible gracias a una gesta sublime de generaciones de gentes de nuestro país a lo largo de los siglos. Hoy, como ayer, España tiene fundadas y demostradas razones para reivindicarse y presentarse ante el mundo como una gran nación, la más antigua del planeta, y los españoles podemos sentir el orgullo de pertenecer y compartir un lugar extraordinario en el pasado, en el presente y, con seguridad, en el futuro. Llega este 12 de octubre en unas circunstancias más favorables que en los últimos años, en los que la durísima crisis económica nos puso de nuevo a prueba, como tantas otras veces a lo largo de nuestro periplo conjunto. También en esta ocasión, como en otras, España ha sido capaz de sobreponerse y salir todavía más firme de situaciones complejas, que nos han exigido dolorosos sacrificios. Como hemos dicho, nada de esto es nuevo para nuestro país. Echar la vista atrás nos enseña que nuestra capacidad para superar casi cualquier adversidad forma parte de nuestra identidad como individuos y como sociedad. «España es el país más fuerte del mundo, los españoles llevan siglos intentado destruirlo y no lo han conseguido», dijo Bismarck, el padre del Estado alemán moderno. Y hemos dado razones para entenderlo así. Como en casi cada Fiesta Nacional, surge el debate del respeto a los símbolos y del sentimiento nacional, de si los españoles somos más o menos patriotas que las personas de otros países, de si tenemos complejos o nos avergonzamos de aparecer en público con nuestra bandera o nuestros colores. El ministro García-Margallo decía ayer en nuestro periódico que «el complejo de lucir nuestros símbolos nacionales es realmente triste». Y, sin duda, así es. No se puede obviar ni relativizar que una parte de nuestra sociedad, con vacíos educativos evidentes sobre la nación y lo que supone, tiene dificultades para valorar en sus justos términos lo que representan la bandera, el escudo y el himno nacionales y la relevancia de preservar su dignidad y de guardar el respeto que merecen. Tras más de tres décadas de democracia, que una parte de nuestros compatriotas, por minoritaria que sea, mantenga una neutralidad afectiva respecto a los símbolos de todos es un déficit colectivo no menor. Lo que corresponde es aprender de lo que se haya podido hacer mal en estos años para que seis de cada diez españoles entiendan que deberíamos ser más patriotas, por mucho que el 75 por ciento se sienta orgulloso de ser español. Necesitamos que las nuevas generaciones, las que se están formando ahora en los centros educativos, entiendan que el patriotismo no es de izquierdas o derechas, ni de ricos o pobres. Es un conjunto de valores, una actitud, en torno a los principios de libertad e igualdad, de respeto a los derechos fundamentales que conforman España; de reconocimiento también a nuestra historia, con sus aciertos y sus errores, con sus gestas y sus fracasos, y a todo aquello que nos hizo llegar hasta hoy y ser como somos. Nada hay de negativo en ello, sino todo lo contrario. La bandera, el escudo, el himno y las instituciones simbolizan y representan todo eso, y cuando se los menosprecia o, lo que es peor, se los ultraja, en realidad, se nos ofende y ataca a todos. Es importante que los poderes públicos alienten esa labor educativa y formativa porque redundará en fortaleza individual y colectiva y aportará los elementos de juicio precisos para que los españoles del futuro puedan tomar sus decisiones con conocimiento de causa. En este sentido, que el partido en el gobierno tenga previsto dar una relevancia especial a la cohesión nacional en su programa electoral nos parece un acierto. Mariano Rajoy incluirá una ley que dotará de mayor protección a la bandera y al resto de símbolos nacionales. Priorizar el amparo de su dignidad para responder de manera más eficaz a las ofensas es una necesidad que, por lo demás, contemplan todas las legislaciones de las democracias desarrolladas, y que, como tal, debe ser bienvenida. España es una gran nación, y su fortaleza nos ha permitido superar una tremenda crisis sin dejar a nadie atrás. Debemos ser conscientes de que, con todos nuestros defectos y carencias, hemos sido afortunados de nacer en esta vieja pero magnífica piel de toro. Hoy, los alumnos de los colegios Divina Pastora y Eurocolegio Casvi celebran ese sentimiento de españolidad con los dibujos que ilustran las páginas de LA RAZÓN.