Cuba

EE UU y Cuba rompen el hielo

Las relaciones entre EE UU y Cuba dieron ayer un giro radical que supondrá el fin de lo que ha definido la política de la Administración norteamericana hacia la isla en los últimos años: el embargo económico. El acuerdo fue anunciado por Barak Obama y, posteriormente, por Raúl Castro. El primero advirtió de las graves limitaciones económicas del régimen castrista, la imposibilidad de desarrollarse y el incumplimiento de los más elementales derechos humanos; el segundo agradeció la decisión del presidente de EE UU y declaró su lealtad a la revolución castrista. El primer gesto de esta nueva etapa fue la puesta en libertad del contratista norteamericano Alan Gross, preso en Cuba desde hace cinco años acusado de espionaje; a su vez, EE UU respondió dejando en libertad a tres agentes cubanos. Hace 52 años, el 7 de febrero de 1962, Kennedy puso en marcha un embargo comercial total contra Cuba como rechazo al régimen comunista y lo que sería posteriormente su alianza con la Unión Soviética (tres meses después se produjo la Crisis de los Misiles al colocar la desaparecida URSS armas nucleares en la isla). En este contexto de «guerra fría» se trazó la primera frontera entre el mundo libre y el totalitarismo soviético. En las primeras reacciones al posible fin del embargo hay algún triunfalismo muy propio de la propaganda castrista: las sanciones económicas han fracasado. Pero no hay que olvidar que el régimen siempre ha estado dispuesto a soportar el aislamiento de la isla, aunque supusiese someter a la población a la peor de las carencias dentro de una férrea dictadura. Lo importante es que Cuba está obligada a emprender una transición que acabe con un régimen obsoleto que impide el desarrollo y bienestar de sus ciudadanos y las más elementales libertades. La iniciativa de Obama requiere de la aprobación del Congreso, con mayoría republicana, para desenredar un complejo entramado de leyes, aunque cuenta con amplio apoyo por parte de la Unión Europea y, de manera especial del Gobierno español que, por razones históricas y culturales, debe jugar un papel importante en este nuevo periodo. La modernización de la economía cubana será lenta (no hay que olvidar que ni aparece en el ránking de competitividad global) y necesitará de medidas políticas claras que abran una transición hacia la democracia, lo que supondrá el cumplimiento de los derechos humanos, incluida la libertad de los presos políticos. Hay un hecho evidente que ha precipitado la decisión de EE UU: por un lado, Venezuela, el mayor aliado de Cuba y cabeza de la ya decrépita izquierda bolivariana latinoamericana, está en crisis; por otra parte, China estaba dando pasos evidentes en el continente para ocupar un papel predominante. Es la hora de que Cuba encuentre el camino hacia la democracia.