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Ejes fundamentales para España

La Razón
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Mariano Rajoy entregó ayer a los líderes de Ciudadanos y del PSOE un documento programático que contempla los cinco ejes fundamentales del inmediato horizonte institucional, social y económico de España que es preciso abordar desde el mayor espacio de consenso político posible. El documento se completa con el ofrecimiento del PP a sus rivales de cinco grandes pactos de Estado, lo suficientemente abiertos como para facilitar el comienzo de las negociaciones, pero muy concretos en sus objetivos: mantener la senda de la recuperación económica y del empleo, garantizar los servicios sociales, con especial incidencia en hacer viable el futuro de las pensiones; reforma fiscal y financiación de las comunidades autónomas; Educación, y defensa de los principios constitucionales, entre los que, en este momento, tienen especial relevancia la unidad de España y el reconocimiento del ejercicio de la soberanía nacional en el conjunto del pueblo español. Es evidente, si dejamos a un lado el partidismo –que no los principios ideológicos–, que los tres partidos en cuestión podrían llegar a un acuerdo general sin que crujieran por ello sus más íntimas señas de identidad. Y no hablamos sólo de unos acuerdos coyunturales, firmados desde la urgencia que impone la situación económica internacional o desde la realidad de nuestra pertenencia a la eurozona, sino de la oportunidad de abordar de una vez por todas las reformas estructurales e institucionales que necesita el país, ya se trate de la modificación de la ley electoral, la financiación de la Sanidad y las pensiones o el cierre del mapa autonómico. Tanto el PP, como Ciudadanos y el PSOE, mantienen coincidencias esenciales sobre la acción política en el seno de una democracia europea, comprometida con las libertades y los derechos sociales y que se desenvuelve económicamente desde los principios del libre mercado. Por supuesto, muchas cuestiones ideológicas y de acento separan a los tres partidos, pero ni son irreconciliables ni supusieron un obstáculo insalvable en la ocasión histórica de la Transición. Mas aún: la evolución posterior del centroderecha y de la socialdemocracia española revela más puntos de concordancia de lo que cabría suponer si sólo atendiéramos al bronco lenguaje de la pugna partidaria y al gastado tacticismo de la deslegitimación del adversario. Ni el Partido Popular se aleja de los postulados de un Estado social de Derecho, ni el PSOE tiene mucho que ver con los partidos de origen marxista que abogaban por una tercera vía, que la realidad ha demostrado impracticable. Una oportunidad como la que supone un pacto de Estado entre unas formaciones que representan en conjunto a 16 millones de españoles –el 64,66 por ciento del censo electoral–, no puede echarse por tierra por una mera cuestión de ambición personal del líder socialista, Pedro Sánchez. Porque la otra opción, la que lleva directamente a un pacto con Podemos y con otras formaciones que ponen en tela de juicio el modelo constitucional español o incluso se declaran abiertamente separatistas, sería, desde toda evidencia, un error que traerá graves consecuencias para el futuro. No sólo porque mantendrá la perjudicial tensión territorial y el enfrentamiento ciudadano, sino porque preconizan un modelo clientelar, de sociedades subsidiadas, presión fiscal y déficit público, que siempre termina en fracaso. Bien porque la realidad se impone, como en Grecia, bien porque deriva en autoritarismo y miseria, como en la Venezuela a la que, hasta hace bien poco, asesoraban los dirigentes de Podemos.