Cataluña
El auténtico derecho a decidir
No podemos por menos que felicitar al PSOE por haber votado en el Congreso a favor de la moción contra el llamado «derecho a decidir», presentada la noche del martes por UPyD. También se sumaron a la propuesta el PP, UPN y Foro Asturias. En total, 265 diputados aprobaron un texto en el que se proclama que «bajo ningún concepto» una parte de la ciudadanía puede decidir, excluyendo al resto, sobre la organización territorial del Estado ni sobre cualquier otro aspecto de la Constitución. Más aún, la moción recuerda que nadie puede redefinir el sujeto de la soberanía nacional, que no es otro que el pueblo español, único que puede ejercer el «derecho a decidir» sobre la unidad de la nación y los derechos de todos los ciudadanos. La moción, con un respaldo abrumador, llega en un momento muy oportuno, justo cuando Artur Mas emite señales de estar dispuesto a reconsiderar su extraviada hoja de ruta hacia un separatismo suicida. No está de más, por muy atípico que parezca, que los representantes de la soberanía nacional recuerden cuáles son las reglas del juego en un Estado democrático de Derecho, frente a órdagos y desplantes de minorías mesiánicas. La escenificación de la unidad de los dos grandes partidos, PP y PSOE, ante este desafío era una necesidad que los ciudadanos echaban en falta desde hace meses. Porque la defensa de los principios constitucionales no es competencia exclusiva del Gobierno, sino también de los demás partidos democráticos y, en especial, del principal de la oposición. En esta ocasión, el PSOE, tras vencer ciertos titubeos iniciales, ha estado a la altura de las exigencias y ha sido fiel a lo que opina y desea la inmensa mayoría de su militancia y de sus votantes: que el futuro de España no lo puede decidir sólo una pequeña parte, sino el conjunto de todos los españoles. No se puede esperar menos del partido que más tiempo ha gobernado en la España democrática. Por eso mismo, los dirigentes socialistas están obligados a dar un paso más para restaurar la unidad de criterio y de acción entre sus filas. La abstención de los diputados del PSC va mucho más allá de un simple acto de indisciplina: es una ruptura de principios que debe ser atajada sin demora y de manera inequívoca. Los ciudadanos tienen derecho a saber si el PSOE es capaz de mantener el mismo discurso en toda España o si dispone de varias versiones que va dispensado a conveniencia. Es inaceptable que, en un asunto tan medular como el de la soberanía nacional, haya diputados socialistas que voten en un sentido y que otros lo hagan en dirección opuesta. Si Rubalcaba no desea o no es capaz de poner orden en las filas del PSC, lo natural y lo honesto con su militancia es refundar el PSOE en Cataluña y defender en esta comunidad lo mismo que en el resto de España.
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