Cataluña

El Congreso dice no a Mas

El Congreso aprobó ayer una moción por la que rechaza el secesionismo de Cataluña que propugnan los nacionalistas desde el Parlamenr y la Generalitat. El resultado de la votación es rotundo e inapelable: votó a favor el 86% de la Cámara o, lo que es igual, 272 diputados de PP, PSOE, UPyD, que impulsó esta iniciativa, y dos del Grupo Mixto; sólo fue rechazado por los nacionalistas y por Izquierda Plural. Conviene subrayar y poner en valor el esfuerzo realizado por los dos grandes partidos, PP y PSOE, para superar diferencias de matiz y suscribir una propuesta que ponía en juego valores constitucionales muy superiores. Queda, por lo tanto, dibujado con nitidez el perfil de las fuerzas que defendieron que sólo desde el Parlamento nacional puede decidirse sobre el futuro territorial de España, un ámbito que no pertenece, como los nacionalistas catalanes insisten, exclusivamente a Cataluña. El resultado de la moción tiene un alto valor político y simbólico. Como símbolo es un acto de afirmación de la soberanía del pueblo español, de todo el pueblo español, frente a unas atribuciones que consideran que la «voluntad», en este caso, del pueblo de Cataluña, es constitutiva de derecho. Por más que el Parlamet catalán proclamase en enero de 2013 a Cataluña como «sujeto soberano», éste sólo recae en el conjunto del pueblo español, del que forma parte la sociedad catalana, y su futuro se decide en el Congreso. Es, además, un gesto de afirmación constitucional, como así ha quedado recogido en la moción, que insta al Gobierno a seguir utilizando los instrumentos de la Constitución para garantizar el cumplimiento de la legalidad. Políticamente, tiene un valor relevante: representa a una gran mayoría y a un espectro social amplio y diverso ideológicamente (salvando la posición antisistema de Izquierda Plural), lo que hace que esta moción sea una respuesta que, por si Artur Mas tenía dudas, neutraliza su descabellado plan de secesión. Además, que dicha respuesta haya partido de la sede la soberanía nacional le añade un elemento de oportunidad, pues toma así la iniciativa ante los partidos catalanes, que tienen previsto proponer a principios de abril que se transfiera a Cataluña la competencia para convocar un referéndum. Todo indica que Mas no tendrá en cuenta la decisión del Congreso, como tampoco ha escuchado las recomendaciones de Europa ni a los empresarios, y seguirá adelante en su operación propagandística de «crear estructuras de Estado». Ayer presentó la «Hacienda propia catalana», con una denominación tan ambigua como políticamente al servicio de su proyecto nacional: «Tributos de Cataluña». Podría ser una ventanilla única para cobrar tanto los impuestos de la Generalitat como los locales y estatales, pero lo ha vendido como una manera de contrarrestar el «ahogo de nuestras finanzas» y la «pulsión centralista». Más retórica estéril para justificar una quimera.