España
El debate más desigual
Mariano Rajoy afronta su primer Debate sobre el Estado de la Nación como presidente del Gobierno. Lo hace después de tomar las riendas de un país en situación crítica tras el retroceso de más de siete años de socialismo. La pregunta que debemos hacernos es si España ha progresado desde entonces con posibilidades de vislumbrar la recuperación, si hemos dejado de ser el gran problema de la economía europea y casi mundial y si hemos recobrado la credibilidad perdida. Ésos debían ser los objetivos porque, como insistió el presidente, no existen los milagros en política ni en economía. La respuesta a todos esos interrogantes sólo puede ser afirmativa. El enfermo presenta un aspecto mejorado y, aunque sus patologías son aún muy graves, ya no precisa de respiración asistida y está a punto de pasar a planta. Rajoy ha dirigido el más ambicioso y profundo proceso reformista que se recuerda. Negarlo sería mezquino y sólo puede responder a intereses partidistas y desleales. Las reformas del sistema financiero y laboral, amén de otras leyes clave como la de estabilidad, transparencia y buen gobierno, mercado único o administración local, entre otra muchas, han constituido un catálogo de actuaciones decisivas. Esa política ha posibilitado la mayor consolidación fiscal de Europa, una extraordinaria mejoría de la crisis de la deuda, un notable avance en competitividad o la mejor cifra de déficit comercial desde que España entró en el euro –con mención especial para las exportaciones, que alcanzaron el volumen más alto de la historia económica de España– y sobre todo la generación de un clima de confianza que parecía imposible hace unos meses. Esa mejoría, sin embargo, no puede servir para distorsionar la realidad hasta deformarla. Tenemos serios desajustes y problemas, principalmente un paro insoportable. Por eso, Rajoy pondrá el acento en la recuperación con nuevas iniciativas económicas, consciente de que sólo el crecimiento generará empleo. La corrupción será otro de los ejes de la sesión. Su virulenta irrupción se ha traducido en desafección y descrédito. Es una ocasión para alcanzar un compromiso de los dos grandes partidos y enviar un mensaje regenerador. Rajoy lo hará con un pacto por la transparencia. Cabe exigir al PSOE que esté a la altura. En este sentido, Pérez Rubalcaba se enfrenta a su primer gran debate como líder de la oposición en un momento de enorme debilidad y con su credibilidad afectada por los fiascos electorales, los reveses en las encuestas y las luchas intestinas. Resulta sorprendente que el principal partido de la oposición haya sido incapaz de beneficiarse del inevitable desgaste de una gestión de gobierno dura y exigente, que pidió hondos sacrificios a la ciudadanía. Esa realidad sería razón suficiente para que el PSOE se replanteara su presente y su futuro. El balance, por tanto, depara un duelo desigual.
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