Elecciones
El enraizamiento del populismo en América
Perú elegía ayer a su nuevo presidente de la república. Las encuestas auguraban el pase a segunda vuelta de dos candidatas: Keiko Fujimori –cuyo padre, Alberto Fujimori, cumple condena por graves delitos de corrupción– y Verónika Mendoza. Ambas representan dos versiones del populismo en un país que, pese a sus evidentes disfunciones institucionales, ha conseguido mantener altos índices de crecimiento económico y social, reduciendo las bolsas de pobreza y la desigualdad que afectaba a amplias capas de la población. Lo ha hecho desde la libertad de mercado y un correcto aprovechamiento de la inversión financiera internacional. Ciertamente, ha exigido sacrificios y los beneficios no han llegado a todos los sectores, pero sólo desde la constancia en el esfuerzo, mejorando las condiciones de seguridad jurídica y perseverando en la libertad empresarial y comercial, se puede culminar la obra empezada. Ahora se corre el riesgo de que Perú entre en una fase de mayor estatalización de la economía, que es en lo que se traducen las promesas de los populistas, con las mismas prácticas que llevaron al país andino a la depresión, y que son las que están llevando al abismo político y social a Venezuela y han lastrado el desarrollo de países con tanto potencial como Argentina y Brasil.
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