Ministerio de Sanidad

El factor humano

El testimonio de la propia paciente, Teresa Romero, que atribuye su contagio a haberse tocado la cara con los guantes de protección tras atender al misionero García Viejo, es de vital importancia porque circunscribe muy claramente el origen del problema y elimina todas las demás hipótesis, algunas delirantes, que se venían barajando por propios y extraños. Se descarta, por tanto, que hayan fallado los protocolos o que existiera una laguna estructural, sino que se trató de un error, un accidente o un descuido. Convendría aquilatar aún más los detalles y reconstruir las pautas de comportamiento de Romero desde el supuesto día del contagio hasta su internamiento en el Carlos III. No se trata, naturalmente, de culpabilizar a la auxiliar de enfermería, sino de despejar sombras, deshacer contradicciones y establecer sin asomo de duda la verdad de los hechos. Pero si no se trata de buscar culpables, sino de aclarar las circunstancias excepcionales que han concurrido para que se produzca el primer contagio de ébola en un país europeo, tampoco es de recibo la politización que se está haciendo con el único objetivo de derribar a la ministra de Sanidad y erosionar al Gobierno. Sobre todo por parte de algunos sindicatos del sector sanitario, cuyo comportamiento partidista resulta bochornoso y desprestigia a sus representados, que en su gran mayoría son profesionales ejemplares. Por el contrario, es de justicia subrayar la actitud responsable del líder de la oposición, Pedro Sánchez, que ha rehuido los malos consejos y renunciado a hacer populismo manteniendo una comunicación fluida con el presidente Rajoy. No obstante, que se haya focalizado la causa del contagio no significa que la crisis esté superada, ni mucho menos. Falta por conocer la evolución de los pacientes en observación, sobre todo del marido de Teresa Romero, y si surgen nuevos casos sospechosos. Pero falta, sobre todo, aguardar al desenlace del proceso contagioso de la enfermera. Hay esperanzas en que sea positivo y que pueda vencer al virus. Todos lo deseamos fervientemente. Mientras tanto, lo que procede es mantener la tranquilidad, no atizar el histerismo social al que se ha aplicado cierta izquierda política y mediática y, especialmente, hacer llegar a los ciudadanos información transparente, con solvencia y credibilidad, bien coordinada y de forma satisfactoria. Es el único modo de combatir las insidias. El Ministerio de Sanidad debe redoblar sus esfuerzos para disipar los interrogantes que se hayan podido sembrar durante las primeras horas de la crisis. Y debe hacerlo con determinación y con el apoyo de los expertos, cuya cualificación es el mejor argumento informativo. El prestigio nacional e internacional del sistema sanitario español se juega mucho en este desafío.