Barcelona

El futuro del PSOE y Cataluña

La desintegración del Partido Socialista de Cataluña se produce en el peor de los escenarios y en el más inoportuno de los momentos, justo cuando las fuerzas separatistas redoblan su desafío a la integridad de España y cuando la matriz de la formación, el PSOE, se debate en una pugna sucesoria de resultado incierto. En su discurso de despedida, ayer ante la cúpula del partido, Pere Navarro ofreció el diagnóstico exacto que explica la fractura interna con una frase muy gráfica: «El PSC fue diseñado para no tener que escoger entre el padre y la madre, entre Cataluña y España». En efecto, cuando desde el nacionalismo se ha obligado a los catalanes a elegir entre ambas partes, los socialistas se han roto en la disyuntiva, han perdido su elevado capital electoral y han terminado saltando por los aires. En sólo cuatro años, el partido ha pasado de obtener 1.672.777 votos (el 45,33%) en las generales de 2008 a 358.539 votos (el 14,28 %) en las últimas europeas. No sería justo cargar la responsabilidad del desastre en Pere Navarro, el único dirigente socialista que se ha esforzado lealmente en impedirlo. Por el contrario, hay que descargarla sobre quienes han actuado de modo desleal y como menestrales de ERC, encabezados por un Ernest Maragall desprestigiado. Pero tampoco puede decirse que desde el PSOE se haya gestionado la crisis con inteligencia, eficacia y, sobre todo, valentía política. El partido que todavía dirige Rubalcaba se ha refugiado en la ambigüedad para no plantar cara al desafío separatista y ha pretendido tapar con la manta del federalismo la verdadera cuestión de fondo: la unidad de España. Al renunciar el PSOE a su responsabilidad, como partido nacional y de gobierno, de asumir en Cataluña el protagonismo que exige el reto separatista, el PSC ha sido devorado por las traiciones internas y abandonado a la deriva como una formación menor, huérfana de padre y madre, desnaturalizada y sin crédito. Sin embargo, no está todo perdido, ni mucho menos. Aunque el PSOE se encuentre hoy descabezado y la falta de un liderazgo fuerte complique la crisis del socialismo catalán, ambos partidos cuentan con recursos doctrinales y dirigentes adecuados para salir del túnel. Pero todos los esfuerzos serán baldíos si en Madrid y en Barcelona el discurso no es el mismo y las soluciones coincidentes. Dicho de otro modo, mientras el PSOE y el PSC no abandonen la ambigüedad pantanosa sobre la irrenunciable unidad de España, tal y como la formula la Constitución, el socialismo catalán estará condenado a la irrelevancia y su puesto será ocupado por los independentistas de ERC. A mediados de julio ambas formaciones elegirán a sus nuevos líderes. Es una obligación moral y política que los candidatos se pronuncien de forma inequívoca sobre el proceso rupturista de Mas y Junqueras. Porque el futuro del PSOE, como el de España, también se juega en Cataluña.