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El PP recupera el pulso

La Razón
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Las encuestas electorales internas del Partido Popular revelan, como hoy publica LA RAZÓN, que el gran referente del centroderecha español está recuperando posiciones en sus principales feudos electorales, principalmente en Madrid, la Comunidad Valenciana y Castilla y León, donde podría volver a gobernar, y que mantendrá la segunda posición en Andalucía, en detrimento de Ciudadanos, lo que permitiría a la formación de Pablo Casado liderar el cambio político en uno de los últimos bastiones socialistas. Los sondeos se han llevado a cabo sin contar con los nombres de los candidatos, porque de lo que se trataba era de testar la pura fuerza de la siglas populares. Desde este punto de vista, no cabe duda de que la elección del nuevo presidente del PP debe ejercer una influencia decisiva en este cambio de tendencia –de hecho, Pablo Casado va a tener un protagonismo absoluto en las distintas campañas electorales–, pero no es el único factor que explicaría las señales de recuperación.

Así, y es algo que se suele pasar por alto, hay que contar con la mala gestión que han llevado a cabo los gobiernos de coalición que sustituyeron a los ejecutivos populares en la ciudad de Madrid, en Valencia o Baleares, con componentes nacionalistas y populistas en estas últimas que parecen seguir la misma senda rupturista del separatismo catalán, y con el hecho nada despreciable de que, a diferencia de 2015, las diferentes contiendas electorales se van a disputar con la economía del país francamente mejorada, con las menores restricciones presupuestarias decididas por el anterior gobierno popular y bajo la amenaza, cada vez más clara, de un retorno a las alegres políticas de barra libre del gasto público, que, naturalmente, sólo pueden sufragarse con mayores cargas fiscales a las clases medias. Si, como destaca la información de nuestro periódico, muchos votantes populares se alejaron de las siglas enfadados por la dureza de la gestión económica de Mariano Rajoy, que, en cierto modo, era inevitable, el buen resultado de la misma, con un paquete de reformas fundamentales como las del mercado laboral o las pensiones, debería reconciliarles con el partido. El PP, ciertamente, ha sufrido las consecuencias de la alta tensión del enfrentamiento político, fruto de la fragmentación parlamentaria, pero no sólo, y del acoso extremado por sus casos de corrupción. Respecto a esto último, las encuestas internas parecen darlo por amortizado –el posible ingreso en prisión de Rodrigo Rato ya no había tenido efecto en los sondeos–, mientras que los asuntos poco claros que se están destapando entre los miembros del actual Gobierno socialista neutraliza una de las líneas de desgaste que ha seguido la oposición durante toda la legislatura.

Permanece, sin embargo, el problema de la radicalización política a todos los niveles, que puede dar alas a los partidos que se sitúen a la derecha del PP, pero que, también, puede ser una oportunidad, si los populares saben reclaman su posición de centro derecha moderno, frente al histrionismo de la izquierda y los maximalismos a su derecha. Por último, y no menos importante, está la situación en Cataluña, donde el Partido Popular debería reivindicar con orgullo su larga trayectoria de firmeza frente a los nacionalismo excluyentes y de defensa del orden constitucional. En definitiva, que los populares han entrado de lleno en un difícil proceso de crecimiento, también a nivel interno, en unos momentos complicados para el futuro de la sociedad española. Si Pablo Casado consigue conformar unas buenas candidaturas, que no renuncien a las esencias del partido, por más que la fragmentación política nacional incite al radicalismo, será una buena noticia para el conjunto de los ciudadanos, cada vez más hastiados de extremismos.