Pedro Sánchez

El PSOE debe evitar los socios peligrosos que busca Sánchez...

La Razón
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Si bien las líneas rojas que el Comité Federal del PSOE ha marcado a su secretario general, Pedro Sánchez, a la hora de negociar un acuerdo de investidura no excluyen explícitamente a Podemos, el candidato socialista debería aceptar –como le insisten los principales barones regionales y le conminan la mayoría de las figuras de peso de su partido, con Felipe González a la cabeza– la imposibilidad de llegar a un pacto con una formación política que no sólo plantea peligrosas alternativas a los principios constitucionales en los que se asienta la democracia española y que defienden inequívocamente la soberanía nacional y la unidad territorial de la nación, sino que mantiene posiciones próximas a grupos que justifican el terrorismo y que no hace mucho tiempo eran parte integrante de la banda etarra. No hace falta remontarse a las muestras de camaradería que el actual líder de Podemos, Pablo Iglesias, prodigaba a los movimientos de apoyo a los terroristas presos y a miembros del brazo político de ETA para constatar las incompatibilidades ideológicas pero, también, morales entre un partido que ha firmado el pacto Antiterrorista con el PP, que ha sufrido los zarpazos de la violencia etarra y que defiende la unidad de España, y unas formaciones cuyos representantes no tienen el menor empacho a la hora respaldar la estrategia propagandística de la banda, en un intento pueril por blanquear su historia de crímenes aberrantes y eludir las responsabilidades penales contraídas. En esta ocasión nos referimos a la presencia en un foro organizado por Bildu de Lander Martínez y Neskutz Rodríguez, respectivamente secretario general de Podemos en Bilbao y portavoz en las Juntas Generales de Vizcaya de la misma organización. El acto en favor de las tesis etarras –en el que intervino el «mediador» surafricano Brian Currin–, también contó con una representación del PNV, partido que pretende imponer como línea de negociación a Pedro Sánchez la transferencia de la política penitenciaria y, en consecuencia, el final de la dispersión de los asesinos presos, pese a que la mayoría se mantienen integrados en la banda y se niegan a cumplir los requisitos mínimos para el proceso de reinserción. Socios peligrosos, en definitiva, para abordar cualquier proyecto de gobernabilidad de España que, sin duda, entraría en periodo de inestabilidad institucional. Nada más revelador que las declaraciones de los portavoces de Bildu dando por sentado que un gobierno de Pedro Sánchez sería más permeable a sus tesis. Pero sin llegar a las posiciones de los proetarras, las propias contradicciones internas de Podemos, pura indefinición táctica en buena parte, sobre cuestiones fundamentales como el hecho de que la soberanía reside en el conjunto del pueblo español o el inexistente derecho a decidir, deberían ser motivo suficiente para incluir a Pablo Iglesias en las mismas líneas rojas que a los grupos separatistas. Tal vez, Pedro Sánchez y sus compañeros de la dirección federal del PSOE no vean en su ambición por llegar a La Moncloa más que una pugna de poder en el seno de su partido con los barones regionales, pero lo cierto es que éstos tienen motivos de peso para tratar de frenar una deriva de pactos que desvirtúan los principios de la socialdemocracia española y pueden arrastrar al socialismo hacia una catástrofe electoral aún más acusada.