Macroeconomía

El valor de la estabilidad

España ha superado con sacrificios una etapa especialmente convulsa y compleja derivada del colapso económico. Ha requerido un tremendo esfuerzo y una mano férrea en la exigencia y en el rigor. La estabilidad política garantizada por el Gobierno y por la mayoría popular ha resultado fundamental para trasladar dentro y fuera de nuestras fronteras la imagen de solidez y seguridad precisas. El Ejecutivo y el grupo que lo sustenta parecen ser los únicos que hoy son conscientes en el arco parlamentario de la trascendencia de preservar esa consistencia institucional. En este pulso, el papel del principal partido de la oposición ha sido y es de una tremenda irresponsabilidad, con una estrategia que ha relegado el interés general para buscar el rédito partidista. Es saludable, sin embargo, comprobar cómo la frivolidad temeraria de la izquierda oportunista no ha calado en los mercados internacionales ni en los inversores extranjeros, ni ha afectado a las constantes vitales de una economía que quiere encaminarse a la recuperación. Si el jueves hubo una colocación muy importante de deuda a tipos más bajos, con una prima de riesgo contenida, ayer conocimos los datos de la balanza comercial, un termómetro crucial para comprobar la progresión de la actividad. Los datos de mayo confirman una tendencia más que positiva pues España registró un déficit comercial de 27,5 millones y se acercó al equilibrio, gracias sobre todo al ritmo acelerado del crecimiento de las exportaciones. Todas estas cifras son expresiones de confianza, que serían casi imposibles en un escenario de zozobra e inestabilidad. Pero no son sólo estadísticas, sino también las opiniones y los criterios de las instituciones y entidades extranjeras. LA RAZÓN publica hoy un informe del banco Credit Suisse titulado «España. El sol también sale» del pasado jueves, en el que se asegura que el «caso Bárcenas» no ha hecho mella en la credibilidad del país ni en la de sus gobernantes. La entidad concluye que el riesgo político está «a raya» y que la economía «se está empezando a estabilizar dado que el país ha comenzado a recoger los beneficios de su esfuerzo en las reformas estructurales».

Los hechos son los hechos y resulta, por tanto, obvio que la escandalera no ha distorsionado, ni siquiera desenfocado, la imagen de España fuera de nuestras fronteras. Por lo demás, el Gobierno acertará si mantiene el rumbo, no se distrae y persiste con obstinación en que sus prioridades casi absolutas deben ser la recuperación económica y la creación de empleo, y que está obligado a volcar sus esfuerzos principales en ello. Aflojar ahora en el ritmo de las reformas podría poner en riesgo todo lo conseguido hasta la fecha.