Cataluña
España, en libertad
Hoy, Doce de Octubre, una de las naciones más viejas de la tierra celebra su fiesta nacional. No es, sin embargo, una efeméride cicunscrita a un país, puesto que, bajo diversas denominaciones, cerca de quinientos millones de hispanohablantes festejan el hecho del Descubrimiento de América, obra eminentemente española, que supuso una de las mayores revoluciones conceptuales experimentadas por la humanidad desde la extensión del cristianismo. Una fecha tan cargada de simbolismo, con tanta proyección internacional, siempre será objeto de polémicas interesadas, surgidas al vaivén de acontecimientos marginales por perecederos. De ahí que convenga abstraerse del ruido ambiental, en el momento presente, del que generan el desafío nacionalista en Cataluña y los excesos dialécticos de una izquierda desarbolada por sus propios votantes, para reflexionar sobre la nación que formamos todos y que está muy lejos de la caricatura en blanco y negro, espúrea y rancia foto fija, con la que pretenden identificarnos los partidarios de la secesión y la exclusión. Porque España, a la que la historia no siempre ha tratado bien, es hoy uno de los países más libres y abiertos del mundo desarrollado, con unas instituciones democráticas sólidas y una legislación garantista de las libertades individuales que es ejemplo en el mundo. Una nación que, pese a las dificultades sobrevenidas por una de las crisis económicas y sociales más profundas de la historia reciente, no ha renunciado un ápice a sus principios de libertad y solidaridad. Un país con una proyección exterior recobrada, presente en todos los foros internacionales, con empresas potentes y extendidas por todo el mundo, y que, una vez más, ha dado ejemplo de su seriedad y capacidad de sacrificio frente a las dificultades, pese a los agoreros que, prácticamente, habían descontado el rescate de nuestra economía y, con él, el desahucio de nuestra independencia financiera por parte de los mercados internacionales. Ésta es la nación, con todos los defectos que se quieran exponer –y a fe que son muchos–, que hoy celebra su fiesta nacional. Sencillamente, sin grandes alardes, cada uno a su libre manera de entender, que es la demostración más palpable de una sociedad compuesta por ciudadanos libres e iguales ante la Ley. Y sin exaltaciones patrioteras, al estilo de las grandes movilizaciones orquestadas desde el poder, como las impulsadas desde el nacionalismo catalán estos últimos años, que no son más que el reflejo de una anomalía y de las que nuestro país está suficientemente vacunado. En definitiva, que hay muchos motivos para celebrar el hecho de ser español y de formar parte de una cultura que trasciende fronteras.
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