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Esperpento socialista en Móstoles

La Razón
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Detrás del esperpento socialista de Móstoles, la segunda ciudad más poblada de la comunidad de Madrid, subyace el enfrentamiento interno entre quienes fueron partidarios de Pedro Sánchez y los que apostaron, y perdieron, por Susana Díaz en las últimas primarias del PSOE. Sólo así se explica que tras la renuncia «por motivos personales» del anterior alcalde mostoleño, David Lucas, que, dicho sea de paso, había ejecutado algunas represalias contra sanchistas reconocidos, como Beatriz Benavides, actual concejal de Igualdad, ocupara su puesto Noelia Posse, forzando la renuncia de los seis concejales que le precedían en la lista electoral. Con estos datos, en absoluto secretos, se entiende mejor la circunspección que ha mantenido la dirección del Partido Socialista ante uno de los casos de nepotismo político más escandalosos conocidos y se alimentan las sospechas de que la actual alcaldesa gozaba de poderosos padrinos en el entorno del actual presidente del Gobierno en funciones. Ahora, el PSOE madrileño puede verse forzado a apoyar una moción de censura contra su propia lista, que encabeza una veterana militante que siempre ha vivido de la política y que desde el ejercicio del aparato del partido ha tejido una fuerte red de apoyos locales. Cabría preguntarse si el PSOE, a la hora de elaborar la candidatura a las elecciones municipales, no contaba con un perfil más transversal o más cercano a la sociedad que Noelia Posse, pero no deja de ser mera cuestión retórica. Porque, lo cierto es que la todavía alcaldesa de Móstoles, que se niega a presentar su renuncia, pese a la reprobación de la Ejecutiva de su partido, no parece entender la gravedad de sus actuaciones, ni siquiera cuando sus propios vecinos acudieron en masa a reprochárselo, convencida de que ha actuado dentro de la letra de la Ley. Aunque, desafortunadamente, no son novedad los casos de prepotencia en el desempeño de los cargos públicos, en esta ocasión se suma el agravante de que el Partido Socialista había hecho caso omiso a las señales de alerta, tal vez, porque la práctica de favorecer a los propios a la hora de contratar funcionarios locales o autonómicos está tan interiorizada que se antoja normal que una persona sin los conocimientos apropiados gane una oposición para un puesto de albañil municipal, como sucedió con Posse. Pero el asunto retrata, también, la doble vara de medir de la izquierda a la hora de tratar los casos de corrupción, hasta el punto de que los socios en la Alcaldía, Más Madrid y Podemos, mantuvieron un vergonzante perfil bajo hasta que el asunto estalló en la opinión pública, adobado, además, por una investigación judicial abierta contra la alcaldesa por falso testimonio, a la que, por supuesto, ampara la presunción de inocencia. Y, mientras tanto, la gestión de la política municipal de Móstoles está paralizada, pese a la complejidad que supone regir una ciudad que cuenta con 200.000 habitantes, sin otras decisiones de peso que la sustanciosa subida de sueldo de los integrantes de la corporación local, una de las primeras decisiones que tomó Noelia Posse, eso sí, con el apoyo entusiasta de todos y cada uno de los concejales. En el caso de la alcaldesa, pasó de cobrar 60.000 euros anuales a más de 80.000. No le queda otra salida al PSOE madrileño, visto el cariz que ha tomado el asunto, que forzar la dimisión de Noelia Posse, ya sea por la vía del convencimiento, de dudosa eficacia visto el fuerte carácter de la implicada, o por el apoyo a la moción de censura, pero, con todo, queda flotando la perplejidad que producen unos comportamientos tan alejados de la ética política como el que nos ocupa. No dudamos de que, en ocasiones, la exigencia de probidad hacia nuestros representantes públicos pueda pecar de exceso, pero estamos seguros de que, precisamente, este no es el caso.